En mitad del debate sobre la supuesta dimisión y sucesión de Gabriel Echávarri como alcalde de Alicante en cuanto la Justicia decida sentarlo en el banquillo, el Partido Popular salió ayer a reivindicar su espacio en la parrilla y anunció su intención de presentar una moción de censura. La machada es inane porque no salen los números. Es improbable que Guanyar, Compromís o el propio PSOE hagan alcalde al portavoz del PP, Luis Barcala, a poco más de un año de las elecciones municipales. Ni siquiera les sirve ampararse en Ciudadanos, que ha anunciado que no apoyarán nada semejante, ni en los tránsfugas (una viene de Podemos y el otro quiere ser alcalde). Por tanto, el amago de moción tiene un recorrido corto y nace con visos improbables de éxito para los populares. Esto lo saben, pero, conscientes de ello, les posiciona ante la sociedad de Alicante de cara a la próxima cita electoral como alternativa al galimatías en que Echávarri y Pavón han convertido la gestión de la ciudad para llegar a la nada. Hola, estamos aquí, la izquierda era esto.
Tantas encuestas no pueden equivocarse. Los sondeos revalidan otro Gobierno Puig - Oltra en la Generalitat, y no es habitual que el votante meta en la urna de las municipales -el mismo día y a la misma hora- cosa distinta a lo que vota en las autonómicas. El PP conoce los riesgos de esa tendencia. Pese al vodevil municipal, la coherencia que se espera de los electores puede dejarles cuatro años más sin poder formar gobierno en una ciudad que administraron ininterrumpidamente durante 18 años, circunstancia que la izquierda no ha sabido aprovechar, haciendo méritos para reanimar el encefalograma plano en que cayó el PP en 2015. No olvidemos la clave interna porque el partido no ha anunciado aún su candidato a la Alcaldía. Barcala se aseguró ayer el apoyo provincial, regional y nacional del PP para anunciar una moción de censura casi imposible. Cuesta creer que se embarque en esta entelequia para luego no ser candidato.
