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Fernando Ramón

Opinión

Fernando Ramón

Precoz dependencia digital

Los datos del Observatorio del Consumo respecto a la precocidad digital de nuestros niñ@s (porque con diez y once años no dejan de ser más que niñ@s) son demoledores. Y no por intuidos o presumidos son menos impactantes. Es el preocupante reverso de una moneda, la de una sociedad conquistada ya por las generaciones de nativos digitales, que pagan un precio demasiado alto por el uso de unas tecnologías inadecuadas para aquellos que aún no tienen ni conformada su personalidad y menos aún pueden entrever el peligro que se cierne sobre ellos. Me contaba esta misma semana una compañera cómo tuvo que dejar que su hija tuviera un smartphone, a los 13 años, porque sus amigas le hacían el vacío ya que cuando se reunían todas, cada una se dedicaba a mirar su teléfono y como ella no tenía, no quería ni salir de casa. Ese miedo a que se sientan aislados en una burbuja, o al rechazo de quienes les rodean, es una de las causas que motiva precisamente levantar un control parental mucho más rígido, aunque no siempre podamos justificar con este pretexto, la comodidad que supone, para que nos dejen en paz durante un buen rato, soltarles cualquier instrumento tecnológico y que ellos lo usen sin ningún tipo de vigilancia. De ahí que datos como los que aporta este informe enciendan todas las alarmas. La mitad de los amigos desconocidos, una abrumadora mayoría de menores que reciben fotos inadecuadas a las edades que tienen, por no incidir en la perversa dependencia a la que están atados. Pese a los encomiables esfuerzos que desde muchos sectores de la sociedad se están llevando a cabo para atenuar o combatir estos perniciosos efectos, mucho me temo que sin una apuesta firme en el ámbito familiar, difícilmente será posible evitar las funestas consecuencias que los resultados de este informe nos anticipan.

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