En las Metamorfosis, de Ovidio, se presenta a Pigmalión como un escultor que se enamora de su propia obra. Esa misma idea fue recogida, siglos más tarde, por autores como Goethe, con su Elise, Carlo Collodi, con Pinocchio, o George Bernard Shaw con su Eliza Doolittle, protagonista de su celebérrima obra de teatro Pygmalion.

Para los que, como yo, estamos imbuidos por una formación con un marcado acento en la lengua y cultura anglosajonas, el Pygmalion de Shaw (My Fair Lady) representa una piedra angular; la obra, en síntesis, narra los intentos de un profesor de fonética, Henry Higgins, por instruir a una florista callejera londinense, Eliza Doolittle, no sólo a hablar de una forma refinada, sino también a comportarse como una verdadera dama. Esta, en principio, sencilla trama refleja en realidad la complejidad de las relaciones humanas en un mundo social.

Eliza Doolittle es un ejemplo de la necesidad de hablar el propio idioma de una forma correcta para conseguir una mejora en la escala social. Hay que tener en cuenta que la obra fue publicada en 1913. En esa época, la tasa de analfabetismo en el Reino Unido se situaba en torno al 25%; en España era de algo así como el 40% de la población. En la actualidad ambos países gozan de unas tasas de alfabetización prácticamente universales (del 99 y el 98,1% respectivamente).

En la España de 2018, como en cualquier otro país de nuestro entorno, hablar bien el idioma propio ya no supone una característica diferencial para nadie, pues la generalización de la escolarización obligatoria ha logrado, al menos en teoría (en la práctica se podría discutir extensamente sobre el analfabetismo funcional), que toda la población tenga un manejo básico del mismo.

En consecuencia, uno de los principales valores añadidos que una persona puede aportar a su formación hoy en día es el conocimiento de lenguas extranjeras. En este campo, siempre se habla del secular retraso de la sociedad española. Sin embargo, es justo reconocer que la enseñanza de idiomas en nuestro país goza de un apoyo institucional sin parangón en toda Europa: las escuelas oficiales de idiomas.

La primera escuela oficial de idiomas de España se creó en Madrid, en 1911, con el nombre de Escuela Central de Idiomas. Por aquel entonces se impartía inglés, francés y alemán, a los que pronto se añadieron el español para extranjeros, el árabe, el italiano, el portugués y el esperanto. Sin embargo, hubo que esperar hasta 1960 para que se crearan las siguientes escuelas, en Barcelona, València y Bilbao, momento a partir del cual adquirieron la actual denominación de Escuela Oficial de Idiomas.

En la actualidad, las escuelas oficiales de idiomas, dependientes de las diferentes administraciones educativas autonómicas, constituyen una red formada por más de trescientos centros educativos en toda España, que imparten 23 idiomas diferentes.

La provincia de Alicante cuenta con ocho de estos centros oficiales. La EOI de Elche fue la segunda que se creó, hace ahora treinta años. El ansia, y la necesidad, de la ciudad por poseer una escuela propia hizo que en sus primeros años viviera una auténtica diáspora, en la que ocupó varias sedes, alquiladas o cedidas por el Ayuntamiento, hasta que en el año 2004 se ocupó el actual edificio, construido por la Conselleria de Educación.

A lo largo de todos estos años, la EOI de Elche se ha consolidado como una de las instituciones educativas más prestigiosas y más valoradas por los ciudadanos. La enseñanza de calidad que en sus aulas se imparte (de valenciano, italiano, francés, alemán, árabe e inglés) incorporan a nuestra ciudad un valor añadido por la formación que aportan a amplias capas de la sociedad.

Sin embargo, no podemos caer en la autocomplacencia. La administración educativa debe perseverar en la tarea de ofrecer a Elche una formación de idiomas adecuada, mejorando la que se imparte e, incluso, incorporando nuevos idiomas que supongan un plus a la importante oferta que en la actualidad posee.

En cualquier caso, en momentos de celebración, como el de este trigésimo aniversario de creación de la EOI de Elche, cabe felicitar a todos los que forman o han formado parte de su comunidad educativa y agradecer el servicio prestado a la ciudad a sus profesores y al personal no docente.