Hace poco más de diez años, Steve Jobs presentaba en sociedad el iPhone con estas palabras: «De vez en cuando, viene un producto revolucionario que cambia todo». En internet es fácil localizar el video de aquella presentación, que yo suelo utilizar en clase. Aquel día, Jobs vendía el nuevo teléfono como un tres en uno, teléfono, iPod (un gadget para escuchar música) y un dispositivo para acceder a Internet. Es curioso comprobar como el griterío de asombro e ilusión del público asistente fue enorme cuando Jobs unió las palabras teléfono y iPod, pero fue mucho menor cuando indicó la tercera característica de su nuevo invento. Es posible que aquel día sólo Jobs y su equipo vieran que el mundo acababa de cambiar, mientras tanto, la gente solo valoraba que en vez de llevar dos aparatos para hablar por teléfono y escuchar música, desde aquel día solo necesitaría uno.

Hoy en día, nuestros teléfonos son casi en su totalidad sucesores de aquel iPhone del 2007, y los utilizamos sobre todo para acceder a servicios de Internet, y en menor medida para hablar por teléfono o escuchar música según el modelo de negocio del iPod. Ese día empezaba una revolución que hizo temblar las estructuras de todas las empresas de telefonía, que crecieron o desaparecieron en función de cómo se adaptaron a aquel acontecimiento.

En nuestro presente, el nuevo término que se utiliza para hablar de inmediato futuro es el de la cuarta revolución industrial o revolución tecnológica 4.0. No solo se trata de digitalizar o automatizar en mayor medida los sistemas de producción, sino de toda una serie de elementos innovadores que van a afectar a todos los servicios de un país. Big data, Robótica, Inteligencia Artificial, Aprendizaje Automático y tantos conceptos ya no forman parte de las películas de ciencia ficción sino que marcarán nuestro futuro más inmediato.

Pero esto no sólo va a afectar a grandes empresas, sino a medianas y pequeñas empresas que también pueden aprovecharse de estos elementos. Por supuesto, también va a afectar de manera notable a la desigualdad salarial como indica un reciente informe de CaixaBank. El informe indica que los trabajos más solicitados son aquellos en los que hay un alto grado de complementariedad entre máquina y trabajador. La brecha salarial puede ser que se incremente en función de la adaptación de los futuros trabajadores a los nuevos escenarios productivos.

Hace poco pudimos comprobar una reivindicación, muy justa, de la necesaria ruptura de la brecha salarial existente en la actualidad por motivos de género. Pero además de trabajar con propuestas concretas, que las hay, para solucionar este tema, no debemos olvidar que es posible que la brecha salarial de aquí a pocos años no esté en el sexo del trabajador/a sino en los conocimientos tecnológicos que disponga.

En este sentido las mujeres, a pesar de que son las que pueden elegir la carrera a cursar, dado que obtienen mejores notas en las pruebas de acceso a la Universidad, parecen no haber apostado por las carreras de Ingeniería y Ciencias. Es en estas carreras donde parece que en mayor medida se va a jugar el partido de la revolución tecnológica. Mientras el 54% de la Universidad española son mujeres, tan solo un 23% eligen carreras de Ingeniería e incluso apenas superan el 10% en las titulaciones de Ingeniería Informática. Obviamente esto afecta al sexo de las personas que trabajan en empresas tecnológicas, por ejemplo las mujeres no llegan al tercio de los trabajadores de empresas como Google o Facebook.

Como profesor de esta titulación me preocupa esta situación, las mujeres están preparadas como mínimo tanto como los hombres para el mundo de la ingeniería. También sé que esa revolución tecnológica es imparable, pero también estoy seguro que cuando convergen distintos puntos de vista las soluciones son mucho mejores, y sería deseable que la mujer no sólo formara parte de esa revolución tecnológica sino que también la liderara. Quizá sea un momento en el que los colegios e incluso las familias pensemos si estamos educando realmente en igualdad en aspectos que pueden condicionar nuestro futuro.

Espero que valoremos estas cosas a la hora de definir los nuevos modelos educativos y no nos centremos en lo accesorio sino en lo fundamental y que no nos pase como el público que abarrotaba el salón que parecía ver tan sólo un reproductor de música en algo que iba a cambiar su forma de relacionarse con el mundo.