¡Benditas montañas! Bendita vuestra imagen de hermosura que nos libera de esta aflicción de asfalto y de cemento, de este delirio atómico, de estos desastres de automóvil y prisas agobiantes.

Desde nuestro destierro de polución y ruido elevamos los ojos hacia vuestras alturas que la brisa acaricia rebosante de aromas a tomillo y romero, a retama y a jara, a espliego, a boj y a madreselva, a edelweiss, a valeriana? Que perdure por siempre la canción de vuestras fuentes, el tornasol brillante de vuestras flores, la dorada dulzura de los panales cuajados de tanta esencia vuestra. Que bosques y caseríos trepen por laderas y escarpas como guirnaldas de color delicioso. Que jamás cese el vaivén de los árboles vibrando por el hálito puro que las cumbres esparcen. Que no se extinga nunca vuestro silencio de infinitud gloriosa, antesala del cielo, puerta para la calma. Que cuando la nieve os ciña con su manto sean sus blancos destellos promesas de abundancia para vuestros manantiales.

Que los hombres recios por el honrado trabajo de la tierra sientan la recompensa de vuestros dichosos dones. Que las mujeres, fecundadas de vida, sean el soporte de nuevas esperanzas. Que los niños que aún quedan en los campestres ámbitos, tengan en todas vosotras una madre que no oprima su infantil inocencia. Que los ancianos encuentren en las solanas cálidas y en las umbrías serenas merecido reposo a sus muchos desvelos. Cuando los que anhelamos sentir la paz de los paisajes montuosos podamos, un instante, ascender vuestras cumbres, bendecidnos, montañas, pródigas en belleza.

Apiadaos de nuestras manos blancas de oficina, de smartphones y de ordenadores; tened compasión de nuestras manos negras de máquina y petróleo; auxiliad a nuestras manos huérfanas de tierra verdadera. Que nuestros ojos vean los brillos de la aurora, el verdor de los árboles, la albura de la nieve, ellos que solo pueden escrutar entre el humo los artificios de la luz eléctrica. Y que nuestros oídos acostumbrados al claxon y al estruendo puedan sentir el secular silencio de las cumbres, montañas, de vuestros valles y senderos, de vuestra sagrada esencia.

Montañas bienhechoras, tan cercanas y distantes por el tiempo y la vida, perdonad nuestras culpas que os laceran el cuerpo: incontroladas búsquedas de nuevos hontanares, incendios provocados destruyendo los bosques, criminal depredación de vuestra fauna, desastroso descuido ensuciando vuestros rincones y veredas, feroz especulación urbanística maltratando la armonía de vuestros parajes, incomprensión y olvido de la verdad auténtica que siempre atesoráis.

Dios os salve, montañas, pues sois el refugio que nos brinda el presente ante un futuro de presagios infames y terribles para el planeta Tierra estremecido.

Si no volvemos a descubrir el latido de la tierra en las manos, de la aurora en los ojos, de la lluvia en la cara; si no escuchamos el murmullo del viento entre cedros y abetos, surcando los pinares, los hayedos, los recios robledales; si nuestros hijos no sienten amor por los paisajes rústicos, ansia por los ambientes agrestes, necesidad de amaros, montañas mías, la historia habrá perdido su total armonía y nuestra cruel condena estallará implacable.

Quienes anhelan ascender a las cumbres que en las montañas son y así cumplir retos deportivos gloriosos, conocen que vuestro desafío, montañas, son aliciente de peligro y belleza, que muchas veces se ha cobrado vidas e ilusiones. Vuestras alturas son nombres y cifras más que míticos: Everest (8.848 metros), K2 (8.611), Kanchenjunga (8.598), Annapuma (8.091), Yangra (7.222), Aconcagua (6.962), Klimanjaro (5.895), Shjara (5.200), Monte Kenia (5.199), Mont Blanc (4.810), Monte Cervino (4.478), como ejemplos que recorren Asia, África, América y Europa, dentro de cordilleras de sobrecogedor relieve: Himalaya, Karakórum, Andes, Alpes, Apeninos?

En la Península Ibérica, donde se encuentra España, las montañas son muchas, aunque nunca con esas cumbres de estremecedor vértigo. Y, curiosamente, el Teide (3.718 metros) con el que se alcanza la mayor altura nacional, forma parte del relieve de las islas Canarias, que conforma un verdadero complejo montañoso de origen volcánico surgido desde los fondos oceánicos. Otras principales cumbres que en España existen, dentro de cordilleras como los Pirineos y los Sistemas Béticos son: Mulhacén (3.479 metros), Aneto (3.404), Veleta (3.398), Monte Perdido (3.355), Maladeta (3.308)? Ante todas estas alturas nuestra Sierra de Aitana, con su cumbre de 1.558 metros, parece empequeñecida, igual que otras cotas mencionables de la provincia de Alicante: Puig Campana (1.410), Montcabrer (1.389), El Maigmó (1.236), Cabeçó d'Or (1.210 metros).

Pero son nombres que los alicantinos veneramos de antaño, como ancestral reducto de tradiciones legendarias, como refugio donde nuestro perfil doliente podría encontrar la verdad imperecedera que potencia todo lo que nos dais, montañas.