Como solemos decir los psicólogos, la comunicación es la clave para que funcionen las relaciones, se solventen los conflictos y se gestionen correctamente las emociones. Efectivamente, esa es la ley general, pero existen excepciones, es decir, hemos de ser cuidadosos con las palabras. La mayoría de las religiones y las creencias opinan que el lenguaje es sagrado. En la biblia cristiana, Juan 1:14, puede leerse: «El verbo se hizo carne» De forma similar, la cultura hindú entiende la palabra como algo sagrado, por su capacidad para crear realidades.

Es precisamente este legado hinduista quien recomienda guardar silencio ante determinadas situaciones, como explica el investigador Vyacheslav Ruzov. Hablar con terceras personas, por ejemplo, de los conflictos familiares los refuerza, y ello puede originar un bucle o círculo vicioso del que después resulte más difícil salir. Tampoco es recomendable rodearse de personas a las que les gusta criticar. La negatividad es contagiosa, es cargarse de un profundo malestar que poco a poco alimenta un estado constante de crítica negativa que termina por estropearlo todo.

Tampoco es recomendable compartir lo que anhelamos, nuestros proyectos y sueños, hasta que sean un hecho consumado y ya no resulte tan sencillo arruinarlos. Nuestras expectativas se encuentran aún, por definición, en una fase frágil y vulnerable, y tal vez no resistan críticas destructivas o intereses encontrados que nos desanimen, del tipo: «No lo lograrás».

De igual modo, se sugiere no airear los actos caritativos, por ejemplo, cuando damos algo a los demás. Alabar nuestras buenas obras, puede convertirnos en personas arrogantes en busca del reconocimiento. Así, la humildad se convierte en un importante valor.

Tampoco el conocimiento espiritual debería de ser compartido, porque se trata de un aprendizaje muy personal, que sólo podría aceptar y comprender alguien que hubiera elegido un camino similar al nuestro. Las experiencias recogidas a lo largo de la vida suponen un tesoro que sólo puede valorar uno mismo.

Todas estas sugerencias compiten con nuestra actual tendencia de divulgar, especialmente en las redes sociales, nuestra intimidad, nuestros conflictos y problemas, nuestras expectativas... De hecho, plataformas como Facebook nos preguntas abiertamente «¿En qué estás pensando?». Se trata de una invitación arriesgada cuyas consecuencias tal vez no podamos controlar en su totalidad. Aprender a expresarse correctamente, de manera empática y asertiva, implica también saber qué asuntos debemos guardar para nosotros mismos. De hecho, es en el silencio, donde podemos escuchar nuestros verdaderos sentimientos.