Vamos a pensar bien y suponer que la aberrante decisión de vaciar los embalses de Amadorio y Guadalest, en plena situación de sequía, adoptada por la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), es en realidad un homenaje a una de aquellas viñetas clásicas del llorado Forges en el que algún avezado Romerales decide en un despacho decimonónico y lejano sellar la orden absurda de malgastar el agua ajena mientras perfecciona su ya depurada técnica construyendo avioncitos de papel. Vamos a ser magnánimos porque al menos alguien ha tenido un momento de lucidez o mucho miedo y frente a la presión cruzada judicial, técnica y periodística decidió ayer mismo parar semejante majadería que lleva el simpático nombre de "creación de un caudal ecológico artificial". Si hubiéramos tenido un mal día, de esos que te hace pensar muy mal de todo el mundo, tendríamos que recordar que este desafortunado episodio hídrico guarda mucha similitud con una de las líneas argumentales de 'Chinatown', la obra maestra del cine negro que dirigió Polansky en 1974. En la ficción cinematográfica, los embalses que abastecían el consumo humano y agrícola de Los Ángeles se vaciaban con alevosa nocturnidad, para favorecer los intereses de algunos terratenientes en la construcción de una nueva presa, una situación que el guionista recuperó del caso real de las "guerras del agua" de California. Aquí los embalses los vacían de día en cuanto están más llenos de lo debido, y con excusa 'ecológica' para mayor descaro. Pero, según muchos afectados, con el claro interés de tirar agua barata para que luego tengamos que consumir, cuando ya no haya reservas, el agua cara, el triple de cara, de la desaladora de Mutxamel, una infraestructura de 90 millones de euros parada a la que la recuperación de los embalses con las lluvias de invierno no le viene nada bien. ¿Ha sido un tonto el que tomó la decisión o algo peor?
