Querido compañero:

Permíteme que me dirija a ti en los términos que lo hago, abusando de que ambos somos ingenieros de Caminos por la Escuela de Santander, aunque yo más viejo que tú, al ser de los primeros años gloriosos de los Chandi, Barrio, Quince, Montalban, etcétera, quienes tenían a gala inventarse unos exámenes brillantes que solían conducir a unas escabechinas traumáticas sin que nadie osara cuestionarlas, cosa que hoy resultaría imposible de sostenerse en las universidades que tenemos, porque todos ellos estarían, como mínimo, crucificados. Eran otros tiempos, no sé si mejores o peores. Tengo serias dudas al respecto.

Posiblemente no te acordarás de mí, pero nos presentó otro ingeniero santanderino, Ezequiel San Emeterio, en el mesón Revert del Sardinero, y, posteriormente, tuve el placer de felicitarte por tu nombramiento de ministro, una mañana en la que coincidimos comprando ambos unos libros en la librería Estudio de tu ciudad y la de mi mujer.

En fin, basta de preámbulos y entremos en materia. Recientemente te he escuchado decir, y no sin cierta razón, que en los temas de inversiones todas las comunidades se sienten discriminadas... y protestan, considerando que no se invierte en ellas lo que les corresponde y hasta se acude a los tiempos históricos de los visigodos para justificar sus reivindicaciones.

Aun dándote la razón en la regla general de tu exposición, defendiendo unas inversiones nada desdeñables para nuestra querida, siempre quejosa y ya pesada Cataluña, estarás conmigo que en la Escuela de Caminos nos enseñaron que casi todas las ecuaciones diferenciales pueden resolverse aplicando reglas generales; sin embargo había algunas -como aquellas que le encantaba poner a Barrio en esos exámenes que duraban un día entero-, que no respondían a dichas reglas y, en consecuencia, había que resolverlas mediante una idea feliz. Eran las excepciones, como excepcional resulta ser la Comunidad Valenciana en su financiación general y la provincia de Alicante en su financiación particular, fuertemente discriminada, a su vez, por el feroz y egoísta centralismo de la capital València.

Tu partido, Rajoy y el señor Montoro, ya asumen públicamente sin tapujos de tipo alguno, aunque sea poco lo que hacen para ponerle remedio, que nuestra Comunidad y, más concretamente, nuestra provincia, incluso siendo contributiva y ocupar un puesto entre el cuarto y el quinto lugar en aportaciones al PIB nacional, se encuentra a la cola de la financiación por habitante. Y eso tú lo sabes, y lo sabes perfectamente. Así que tu brillante exposición, defendiendo una financiación paritaria en las comunidades, no se sostiene en la nuestra y, provincialmente, mucho menos.

Y, porque lo sabes, me entristece que una persona como tú, que ha demostrado como alcalde de Santander ser un político de primera división, se avenga y pretenda hacer una chapuza ferroviaria en nuestra provincia de Alicante. Chapuza, sí, por dos razones que más abajo te diré y que, tras colmar la paciencia, rompen la típica resignación alicantina hasta transformarse en un cabreo cada vez más creciente, que os está costando votos y que acabará por haceros bajar a segunda división como sigáis actuando con nosotros como lo estáis haciendo.

La primera de estas razones es que, en la inversión que tienes prevista aplicar en las infraestructuras ferroviarias de nuestra Comunidad, asignas diez veces más a València que a Alicante; y la segunda es que, con la miseria que asignas a la provincia de Alicante, pretendes encima que se haga una chapuza ingenieril, con la excusa de que las técnicamente buenas soluciones necesarias y que, por ello, en justicia lógicamente demandamos, son más costosas.

Pues, ¿sabes qué te digo? Que es preferible que no hagas nada. Y así no sufrirá nuestra provincia con esas inadecuadas obras provisionales, que acaban convirtiéndose en definitivas disminuyendo nuestro potencial económico y nuestra calidad de vida, en beneficio de la insaciable capital comunitaria que, poco a poco, se va cargando todo lo bueno que tenemos en la provincia que pueda suponerle una competencia social, empresarial y política.

¿Tú crees que es de recibo que un aeropuerto como el nuestro carezca de conexión ferroviaria con Elche y Alicante? Puestos a pensar mal, ¿no será porque el dinero necesario para las obras se invierte en potenciar el aeropuerto de València, tratando de hacerlo competitivo frente al de Alicante, sin poder conseguirlo pese a los dineros derrochados en el fallido intento?

Pudiendo conectar todo el litoral norte de la provincia con el TRAM, ¿no te resulta escandaloso que no tengamos un apeadero en la estación, para el que bastaría, sin más, cruzar una calle prolongando la obra del mismo ya existente, ya que no nos hacéis la estación intermodal que necesitamos?

En fin, Íñigo, insisto, mejor que no hagas nada. Y, cuando consideres que dispones del dinero suficiente, pídele un informe a la Delegación del Colegio de Caminos de la Provincia de Alicante que te explicará cuáles son las infraestructuras provinciales correctas que hay que hacer y no las chapucillas que alguien ha pensado para salir del paso, sin detraer las inversiones de València, faltaría más.

Un cordial saludo de tu compañero.