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Arturo Ruiz

Apuntes

Arturo Ruiz

La pérdida de la fe

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue un país feliz, casi como imaginó Hegel el paraíso: sus boyantes ciudadanos compraban lo que querían comprar (chalecito con jardín, dos coches y tele) y creían en sus líderes, héroes nacionales como Eisenhower o Kennedy. Todo lo rompió Vietnam y las escuchas de Nixon en el Watergate y especialmente las mentiras de Nixon sobre las escuchas.

Y perdimos por primera vez la fe.

En el Mediterráneo, nuestra particular felicidad hegeliana llegó a finales de los noventa y durante el lustro siguiente, días de vino y rosas en los que la fiebre del oro reconstruyó nuestras costas y a la sombra de la piqueta condujimos altas cilindradas y compramos bungalows con apenas firmar un papel. Después, cuando nos estalló la crisis en las entrañas y la casa se la quedó el banco, descubrimos que algunos se habían llevado los sobrecostes de tanta prosperidad a sospechosas cuentas, se habían urdido todo tipo de tramas (Gürtel, Brugal, Ciegsa, Taula...) y en discretos despachos se corrían líneas de planos a demanda.

Y perdimos por segunda vez la fe (en Alicante podemos dar lecciones de eso).

Poco antes de 2015, toda una marea social y política prometió dejarse de excelentísimos señores, sacudir el polvo de aquellos despachos, hacer políticas para la gente y que las palabras no volvieran a engañar nunca. En esta ciudad, tan buenos propósitos han acabado en las mismas voraces conspiraciones de la vieja política de siempre, escuchas en los despachos (ay, el viejo Nixon) y contratos bajo sospecha.

Y hemos perdido por tercera vez la fe (la mayoría social que votó a los antiguos socios del tripartito alicantino puede ofrecer tesis doctorales sobre eso).

Suenan a vieja política todos los rodeos que altos responsables del PSOE (Ximo Puig, Lalo Díez) dan cuando alguien les pregunta qué pasará si al alcalde Gabriel Echávarri se le abre juicio oral por el caso Comercio: con lo fácil que ante cuestión tan concreta es responder «Entonces Echávarri tendrá que irse porque así lo dijimos y prometimos no profanar las palabras nunca más». Los dos matizan que este caso no puede compararse a las tramas del PP, lo que es verdad, pero también es cierto que la investigación sostiene que tales contratos causaron una situación injusta. Por fin, Puig y Díez creen que el PSOE ha de seguir gobernando Alicante porque es el partido del cambio; pero no se cambian las cosas por decirlo; se cambian por hacerlas.

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