Quizás Rajoy sea incombustible. Lo sucedido a lo largo del 2016, cuando aguantó largos meses sin ser investido, podría atestiguarlo. Pero lo seguro es que él se siente incombustible. O que, como mínimo, cree que aparentarlo es condición esencial para serlo. Sólo así se entiende que la respuesta a la crisis de credibilidad tras las elecciones catalanas de diciembre del 2017 haya sido el relevo de Luis de Guindos -forzado por su paso al BCE- por Román Escolano, vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, gracias a Guindos, y un economista cualificado sin relevancia política. Pese a haber estado en los equipos económicos del PP con Aznar y con Rajoy.

Rajoy se enfrenta a una pérdida de la imagen de estabilidad lograda en el 2017, a una mayor soledad política y a un desplome en las encuestas y la respuesta -aparte de un ligero incremento en sus apariciones públicas- no es la de una amplia crisis de su gobierno, que no sale bien valorado en las encuestas, para intentar un relanzamiento político. No, releva a Guindos por un Guindos bis y se queda tan pancho. ¿Se cree seguro o piensa que sus contrincantes - Albert Rivera y Pedro Sánchez- se desgastarán más rápido por la regla Andreotti de que el poder desgasta a quien no lo tiene? ¿Acierta al no reaccionar y aparentar impasibilidad o, por el contrario, estamos ante una clara muestra de agotamiento político? A primera vista se equivoca.

Las elecciones catalanas arrojaron para él tres consecuencias peligrosas. La primera, que el PP se convirtió en el último partido catalán -por debajo de las CUP- y cayó de 11 a 4 diputados mientras su competidor en el centro-derecha, C's, emergía como el primero y saltaba de 25 a 36 escaños. La segunda, que el independentismo conservó la mayoría absoluta por lo que el foco de inestabilidad sigue abierto y puede durar. Y, la tercera, que el PNV no le puede votar los presupuestos del 2018 mientras el 155 sigue vigente en Cataluña. Querría, pero prioriza su propia estabilidad.

Y sin presupuestos, la imagen del Gobierno sufre. Estamos ante un ejecutivo en minoría y dependiente de su aliado y competidor, C's, cuya imagen se ha reforzado. Rajoy, Soraya y García Albiol (¡qué error -o indolencia- haberlo mantenido de líder del PPC!) perdieron en Cataluña mientras que Albert Rivera e Inés Arrimadas salieron con imagen más joven y ganadora. ¿Es C's una alternativa más moderna, que supera al PP en dos frentes decisivos, la apertura al centro y, al mismo tiempo, la efectividad españolista?

Está por ver. Pero varias encuestas -menos la del CIS, más las de los medios privados- parecen indicarlo. La última es la de El Confidencial de esta semana que da a C's una estimación de voto del 28,5% (13% en las últimas generales) mientras que el PP, que en el 2016 tuvo el 33% del voto cae hasta el 21,4%. Un desplome de 12 puntos que deja al partido tradicional de la derecha en tercera posición ya que el PSOE apenas baja y queda una décima por encima del PP.

Y este panorama demoscópico aumenta la distancia entre Rivera, el político más valorado con una nota de 5, y Rajoy que con un 3,2 se queda a bastante distancia de Pedro Sánchez (4,3) pero por encima de Pablo Iglesias (3,1). Y la tensión tenderá a subir, tanto si Rivera peca de impaciencia al atacar al PP o lo hace porque teme resultar ligado y atrapado a un partido en pérdida de gas. En la encuesta de El Confidencial la corrupción es el primer problema de los españoles mientras que las pensiones -que subirán este año un 0,25%- emergen como el tercer problema en un clima de bonanza económica en el que la gente va perdiendo el miedo y resurge la exigencia de reparto. ¿Y de lo mío qué?

Y si Rivera deja de bloquear la reforma de la ley de seguridad ciudadana, Pedro Sánchez se siente impelido a tomar todavía más distancias y a abandonar, como ha hecho esta semana, la comisión para la reforma educativa y exigir que las pensiones (los jubilados son el granero de los votos del PP) no suban el 0,25% sino que lo hagan lo mismo que el IPC. Y la sensación de que la legislatura está agotada y que todo el mundo empieza a disparar de cara a las municipales, autonómicas y europeas de dentro de un año se incrementa.

Rajoy no se inmuta. Mantiene su Gobierno y coopta a Escolano.