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Ánxel Vence

Un jubilado es un tesoro (de votos)

La oposición se lanza a captar a los abuelos

Tras ignorarlos y hasta ningunearlos durante años, los partidos reputados de progresistas acaban de descubrir que el parque de los abuelos está poblado por casi nueve millones de votantes. Lógicamente, se han lanzado a pescar en ese caladero con un ansia de lo más novedosa. Ahora todo son halagos a los pensionistas que se manifiestan para que les mejoren la paga; pero no siempre fue así. Se creía, con razón, que los jubilados suelen votar al poder, cualquiera que sea el partido que lo ejerza; y, en consecuencia, la oposición los dejaba por imposibles. Ya no. Hace cosa de apenas un par de años, los seguidores de Podemos no paraban de trinar tuits a favor de que se privase del voto a los abuelos.

Calculaba entonces Carolina Bescansa que, si solo votasen los menores de 45 años, Pablo Iglesias habría ascendido ya a la presidencia del Gobierno; pero se conoce que sus correligionarios han comenzado a revisar y actualizar esa idea. Será que la imagen que representaba al jubilado como una especie de Paco Martínez Soria rural, castizo y ultraconservador propia de los años setenta ha dejado de ser tan exacta como parecía. Los hijos del baby boom que están jubilando -y más que se jubilarán- ya no responden necesariamente a ese estereotipo; aunque de todo habrá en la viña de la Seguridad Social. Muchos jubiletas de nueva hornada fueron contemporáneos en su juventud de los Beatles y los Rolling Stones, dato natural si se tiene en cuenta que Mick Jagger va camino de los 75, aunque siga dando saltos sobre el escenario. Son gente que vivió la transición de la dictadura a la democracia y ni siquiera es improbable que algunos o bastantes de ellos coqueteasen con el chocolate y la fariña en los años ochenta.

El tiempo pasa que es una barbaridad. Ahí, y en el cuantioso y creciente número de jubilados con derecho a voto, están viendo ahora los partidos un nicho de negocio muy prometedor. Incluso los que hasta hace poco los consideraban carne de cañón -y de urna- fácil de asar y usar por el poder han empezado a mirarlos con otros ojos. Se trata de un amor tan repentino como interesado, pero ¿cuál no lo es en realidad? Algo hay de revolucionario en esta disputa que se ha abierto por el voto de los pensionistas, que en tiempos del bipartidismo quedaba tácitamente reservado al partido -conservador o socialdemócrata- que estuviese en el poder.

Se habla ya de un 15-M de los jubilados que acaso recuperaría el viejo -nunca mejor dicho- movimiento de los "panteras grises" que marcaron tendencia años atrás. Tampoco hay que exagerar. Una cosa es que los candidatos de la oposición apoyen y traten de acaudillar las manifestaciones de los irritados por una subida del 0,25 por ciento en sus pensiones y otra, quizá distinta, que las clases mal llamadas pasivas vayan a cambiar sus hábitos de un día para otro. La experiencia, nombre que damos a nuestras equivocaciones, sugiere que la gente ofrece más resistencia a los cambios cuanto más añosa es. Como quiera que sea, va a ser divertido ver cómo se intercambian los papeles de manera que ahora les toque a los partidos progresistas meterles el miedo en el cuerpo a los jubilados con la pérdida de sus pensiones. Tiempos aquellos en los que era la derecha la que atribuía a los comunistas la intención de quitarles las vacas.

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