Orihuela acaba de terminar su proceso de presupuestos participativos de 2018. El trámite que, precisamente, ha retrasado la aprobación de las cuentas para este año, que debieron estar aprobadas el pasado 31 de diciembre, cierto es. Pero este trámite, esta vez, no era una opción, porque a ello nos vincula la ley desde 2010 (cuando empezamos a ser municipio de gran población) y nuestra propia norma municipal aprobada recientemente con nuestro impulso. Y el gobierno de Orihuela, con sus tres concejales de Ciudadanos integrados en él, asume que debía cumplir con esa obligación, aunque nos haga demorarnos. Ya sabemos a qué debemos aplicar 660.000 euros porque son ustedes, los vecinos, los que nos han señalado los objetivos.

Reconozcamos que esa cantidad supone, aproximadamente, menos de un 1% del presupuesto total con que Orihuela, presumiblemente, contará este año. También es cierto que se ha pronunciado aproximadamente algo menos de un 1,5% de los oriolanos en este proceso. Pero no debemos preocuparnos. Debemos ocuparnos, porque nunca habíamos llegado aquí en Orihuela y seguimos la pauta en cifras de otros ayuntamientos participativos. Lo que toca a partir de este momento es perfeccionar este sistema de participación ciudadana recién implantado, a partir de una experiencia que es eso: un punto de partida y por ello, precisamente, seguro que no el modo más justo o adecuado, pero sí el mejor desde la voluntad de ponerlo en marcha y la convicción de que hay que mantenerlo y perfeccionarlo abriéndolo al ciudadano.

Para quienes profetizaron que esto no pasaría nunca o para quienes en su día reclamábamos desde la oposición que sucediera, sirva el mismo mensaje: Orihuela ha llegado donde tocaba estar.

Pero el ciudadano de Orihuela debe saber que el presupuesto municipal no es solo lo que ha decidido, esos 660.000 euros máximos que ha quedado a su elección. El presupuesto recoge, y recogerá, otros muchos capítulos de gasto e inversión para toda la ciudad. Y ahí es donde se debe ver qué clase de políticos somos y tenemos.

Orihuela contará en breve, salvo sorpresa que nadie espera ni desea, con un presupuesto ordinario de ingresos y gastos para este año 2018. Ignoro el dato exacto dado que Alcaldía es quien tiene la competencia de dar a conocer el borrador del proyecto de presupuesto, recogiendo las peticiones de todas las áreas, y estábamos justamente a la espera de finalizar con el proceso participativo. En Orihuela ese borrador tiene un trámite «político», por así decirlo, y previo antes de ser proyecto en sí, dado que las dos formaciones coaligadas debemos darle el visto bueno, lo que es obvio porque sin ese acuerdo anterior no hay siquiera proyecto que pueda llevarse a pleno con visos de ser aprobado y pasar, ya sí, a ser presupuesto. Este irá destinado, fundamentalmente a gasto ordinario (personal, arrendamientos, servicios, suministros, etc.) así como a amortizar deuda. La inversión, es decir, el gasto en nuevas infraestructuras municipales, se cargará principalmente y en casi su totalidad, a los fondos de que el Ayuntamiento dispone por la venta de suelo municipal de estos dos últimos años. Ignoro igualmente en este momento el dato del montante ingresado, que conoceremos en breve, pero su importe y el reparto de esa financiación, de alguna manera extraordinaria, es requisito previo igualmente para que haya un acuerdo global sobre número y objetivos en Orihuela.

En ese horizonte cercano, pues, habrá de despejarse qué clase de políticos somos en Orihuela, y si ante un año electoral como el del próximo 2019, y con una economía municipal por fin saneada, estamos más por preparar un listado de logros rápidos y vistosos que por solucionar de verdad problemas donde los hay, porque aún seguimos con vecinos en Orihuela, en toda Orihuela, que vierten en ramblas o fosas porque no existe alcantarillado, que no pueden ducharse normalmente por la falta de presión del agua, que carecen de alumbrado público, que no ven a un operario de limpieza viaria en meses, que sufren cómo se inundan sus calles y viviendas cada vez que llueve algo más de lo normal, que precisan de instalaciones comunitarias municipales que en otras zonas ya existen con menos población y justificación de su uso, o, simplemente, que pagan por servicios que no reciben o que les llegan muy deficientemente. Eso nos exigirá un esfuerzo para priorizar, incluso donde no logremos aplausos y palmadas en la espalda, sino la seguridad de estar haciendo lo que debemos antes que lo que desearíamos.

Cuando pongamos encima de la mesa las necesidades, veremos que no es tanto lo que tenemos para gastar en comparación con lo que los oriolanos necesitan, más allá incluso de todo lo que nos han pedido o aunque no lo demanden en un proceso de presupuestos participativos. Algunos pensamos que esa participación, la de verdad, es la que nos incluye también a los políticos junto al resto de los ciudadanos. La que nos obliga a decidir en gran medida más por lo que sabemos que por lo que deseamos.

Y lo más honesto, creo, es decirlo ahora. Antes de empezar a decidir.