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Cualquiera puede encontrar menos motivos para quejarse de cómo lo trata la vida si se fija en Rusia, un gigante que no deja de transmitir inquietud. Como sucede con la discriminación de género. Allí, las mujeres están indefensas frente al acoso sexual, y el código penal no prevé ningún tipo de castigo para quienes incurren en él. Una mayoría significativa de los diputados se opone a su reforma o a redactar una ley que remedie esta situación. Consideran que quienes la reclaman son simples provocadores dispuestos a aprovecharse sin motivos de la corriente de opinión que se ha levantado tras el "caso Weinstein". Un miembro ultraconservador de la Duma ha dicho que promulgar una ley sobre el abuso sexual es una idea disparatada propia de "lesbianas apestosas". Así está el patio. Empieza una semana reivindicativa para las mujeres de todo el mundo, que tienen mil y una razones para quejarse de la discriminación que sufren. La primera de ellas, laboral. El problema se ha venido visibilizando de forma cristalina: sueldos más bajos y una dedicación doméstica muy superior a la de los hombres. Son hechos que nade podría negar salvo un diputado ultranacionalista ruso. Probablemente no todas las mujeres tengan motivos para sentirse discriminadas, pero sí una generalidad. También es posible que no todos los episodios catalogados de violencia doméstica deban considerarse como tales, pero sí existen crímenes espantosos contra las mujeres que contribuyen a que este delito se haya convertido en una lacra intolerable en una sociedad moderna. Las asociaciones feministas del planeta pretenden que el próximo jueves sea un día histórico de la reivindicación. Su objetivo es que se pare el mundo. Que reflexionemos sobre el papel que le corresponde en él a la mujer. No debería suponer un gran esfuerzo, en realidad todo consiste en las mujeres. Lo que nos hacen y lo que les hacemos nosotros a ellas.

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