Lo he escuchado decir más de una vez: con la educación de los hijos se debe tener mucho cuidado. Tratarlos como si fuesen pájaros, con delicadeza. Si los aprietas mucho, los puedes matar. Y si no los sujetas, se te escapan. Y dice un poema popular vasco: «Si le cortas las alas ya es un pájaro....».

Estamos atravesando una situación similar. En Torrevieja, y también en el resto del país, transitamos por sendas inseguras, vamos caminando para atrás, como los «crancos», y cada día nos toman más por tontos.

El personal aguanta, traga, hasta que llega un momento que dice aquello de «hasta aquí Puerta del Sol» y tira por el camino de en medio.

A la gente no resulta muy difícil sacarla a la calle. Eso sí, una vez que dan el paso, luego meterla en su casa es tarea más complicada. Los vecinos de esta ciudad, Torrevieja, son poco dados a meterse en «jaleos». Por eso resultó un tanto sorprendente que, sin apenas convocatoria ni medios, más de 300 personas acudieran hace semana y media a la Plaza de la Constitución para manifestar su cabreo por el estancamiento de las pensiones.

Y es que, de verdad, si te pones a pensarlo, no sabes si reírte o llorar. Porque mira que subirte un 0,25% anual y que encima te manden una carta para felicitarte? Lo que más mérito tiene en este pueblo es que los pensionistas no hayan ido solo a concentrarse porque el Ayuntamiento no les pone «baile». Llevan meses sin cafetería -hay gente haciendo negocio con neveras portátiles en los centros de la tercera edad como si estuvieran en pleno mes de agosto y vendiendo refrescos en la playa- o no les dejan hacer bingos de esos «clandestinos».

Si siempre se ha dicho que las «cosas de palacio van despacio» agárrate a las del Ayuntamiento, incapaz de sacar adelante un contrato de 500.000 euros anuales después de 14 meses de trámite, donde el primer paso de algunos funcionarios es ver si lo puede hacer otro departamento. El segundo esperar a que te den prisa en terminar el encargo y el tercero, guardarse las espaldas si el tema es complicado. Todos los que están en temas de gestión se preguntan cómo se hacía antes. O no había contrato o los funcionarios podían sugerir lo que había que hacer y ahora no lo pueden hacer.

Pero volviendo al tema «jubilata» algo estará cambiando, en definitiva, cuando en Torrevieja ya no piden solo «pan y circo». Algo que el Partido Popular lamenta profundamente porque no lo controla.

Y de pensar que según he leído cuando se instauró la jornada laboral de ocho horas la mayor parte de los propios trabajadores la calificaron «a bote pronto» como una ley para magantos.

Sobre el asunto este de la burocracia, los papeles y los trámites ya estamos viendo también que el Gobierno de España se está poniendo la tirita antes de la herida con el retraso de los proyectos que deben compensar el impacto de la desalinizadora que se pactaron, no sabemos muy bien cómo, entre el entonces alcalde Pedro Hernández y el gobierno de Zapatero hace más de ocho años. Desde el momento que Acuamed comprometió 12 millones de euros para Torrevieja y el primer contrato se lo llevó quien se lo llevó, las críticas a la desalinizadora se rebajaron mucho en Torrevieja. La planta ya va a todo lo que puede dar y Torrevieja sigue sin paseo en la playa del Acequión, sin senda en Los Náufragos, etcétera. Y aunque la responsabilidad es casi exclusiva del Gobierno, la ministra Isabel García Tejerina ya se ha encargado de echarle la culpa al Ayuntamiento. Unos y otros se están preparando para que las obras no estén en campaña electoral.

No conocemos en profundidad la faceta epistolar del alcalde de Torrevieja, José Manuel Dolón, pero quienes dicen estar al tanto aseguran que con sus misivas la primera autoridad local no deja vivir ni a Dios. O sea, que antes como antes, y ahora como ahora, quienes nos gobiernan por encima de los cráneos privilegiados de este pueblo no pueden alegar desconocimiento de lo que ocurre en él.