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Óscar R. Buznego

Al rescate de la política

El esfuerzo de Daniel Innerarity por hacer comprensibles los vaivenes de la cosa pública

El mundo está cambiando, en profundidad y muy aceleradamente, pero no porque obedezca a un impulso político. Se producen cambios que no esperábamos y somos incapaces de provocar los cambios que quisiéramos hacer. Las cosas avanzan en una dirección determinada, pero no divisamos el destino al que nos conduce. En diversos ámbitos, particularmente en la economía, se deja sentir la fuerza motriz de las innovaciones culturales y, específicamente, de las tecnológicas; sin embargo, la política permanece anclada en sus elementos y pautas de siempre. La sociedad tiende a funcionar en modo de piloto automático, mientras que la política aporta poco, pierde influencia y puede acabar siendo superflua. Si el poder está ilocalizable, las identidades se vuelven oportunistas o cínicas, los expertos no aciertan en el diagnóstico y los pronósticos fallan, es lógico el aturdimiento con que se viven los tiempos actuales.

La política que hemos conocido se ha quedado vieja y ya no sirve ante la sucesión imparable de novedades que nos ofrece la vida social. La política actual no solo resulta ineficaz a la hora de resolver los problemas crónicos, sino que tampoco demuestra habilidad para descubrir y hacerse cargo de los nuevos. Más aún, no hay en nuestras sociedades una voluntad política que se ponga en el centro y asuma el protagonismo. Esta es la óptica que utiliza Daniel Innerarity para observar el complejo panorama. La gran cuestión a la que se enfrenta la política hoy, afirma el filósofo vasco, "consiste en qué forma ha de adoptar para no ser socialmente irrelevante". El objetivo es que la política recupere la fuerza de configurar y transformar la realidad social que un día tuvo. La estrategia para superar el presente desconcierto parte de proponer, en primer lugar, una renovación conceptual. Las nuevas realidades sólo pueden ser definidas con nuevos conceptos. Y lo mismo cabe decir de una política auténticamente nueva. La principal tarea de los gobiernos en la sociedad del conocimiento se reduce a crear las condiciones de posibilidad de la inteligencia colectiva.

La gobernación a través de sistemas inteligentes vendrá a sustituir la clásica política del poder personalizado. Los sistemas reemplazarán a los líderes. La democracia, escribe Innerarity, "está para que cualquiera pueda gobernarnos" y no para confiarlo todo a que nuestros gobernantes sean competentes. La democracia organizada como sistema inteligente en la que deberíamos ir pensando resistiría el paso de los malos dirigentes por el gobierno y nos protegería hasta de nosotros mismos. El concepto que mejor responde a la incertidumbre y la volatilidad de nuestras sociedades fragmentadas, en riesgo de desintegración, es el de "gobernanza". Es un concepto joven, aunque no nuevo. A pesar del significado, incluso ideológico, que se le ha atribuido, Innerarity no duda en depositar su confianza en las posibilidades que ofrece para devolver a la política su esencia y el pleno sentido. La gobernanza, dice, no se manifiesta en las políticas neoliberales de desregulación, liberalización y privatización, o en el estilo de gestión empresarial en boga, sino que, exactamente al contrario, se asocia bien con las ideas de sociedad civil, capital social o estado activador, para restablecer la política en espacios que había abandonado en las últimas décadas. A fin de cuentas, lo que intenta es situar a la política en el primer plano, ponerla al timón, en la posición elevada que le corresponde y la sociedad demanda. La insistencia de Daniel Innerarity en su reflexión sobre la política y la democracia merece atención. En Política para perplejos continúa el esfuerzo por hacer comprensibles los vaivenes de la cosa pública en todos sus aspectos, ya patente en La transformación de la política (2002) y, más recientemente, en La política en tiempos de indignación (2015) y La democracia en Europa (2017). Algunas ideas, como la división entre diestros y zurdos, en vez de entre derecha e izquierda, son fijas en su prolífica obra. En sus libros, guiados por una actitud filosófica entusiasta, formula preguntas certeras y busca respuestas sin desmayo. En ellos hay golpes de lucidez y consideraciones que pueden contribuir a la confusión. En cualquier caso, el valor de sus ensayos está en conceder a la política una importancia preeminente y abrir sus puertas, algo que es de primera necesidad. En las páginas finales de este declara que es optimista, pero por defecto, no por virtud, porque mientras quede una posibilidad no hay motivo para el pesimismo. Después de tanto esfuerzo, es una confesión admirable.

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