Hace unos días, leía un artículo de una amiga feminista en la que hacía alusión a lo acertado y vigente del título de su columna dominical: «Hora de Levantarse», que tiene coincidencia con el Me too o el Time up contra el acoso, movimientos internacionalizados hoy por esas fuerzas que nos unen a todas las mujeres para levantarnos y protestar. Gracias, Mar.

Esta fuerza y esta voz unánime viene cargada de razón y de energía, alimentándose ?desgraciadamente? por las injusticias y discriminaciones que sufrimos las mujeres, unas muy visibilizadas y otras en la sombra acechan sin contemplación, como es la brecha salarial que hace que arrastremos esta desigualdad desde la vida activa hasta la propia vejez. Esa brecha salarial que se acrecienta es producto de un sistema con una visión por y para el hombre, donde las mujeres somos consideradas aún parte del complemento, la ayuda auxiliar que da sustento a los hogares.

A pesar de la incorporación masiva de las mujeres al mundo del trabajo, se nos sigue encasillando de manera segregada y con un alto nivel de involuntariedad en jornadas a tiempo parcial fuera de casa para continuarlas en los cuidados domésticos dentro del hogar, donde el sistema se empeña en situarnos bajo la falacia de hacernos creer en las bondades, ventajas y flexibilidad que proporcionan las compatibilidades del cuidado y el empleo que, curiosamente, solo son deseadas para las mujeres ?entiéndase la ironía.

El empleo con rostro de mujer se mantiene determinando en la forma de empleo precario, inestable, irregular e intermitente al que se le une la necesidad continúa a las mujeres trabajadoras de presentar no solo un curriculum brillante, sino además hacer valer sus capacidades que son evaluadas con mayor exigencia, poniendo de relieve que el techo de cristal para las mujeres sigue siendo una realidad contrastable.

Esta situación es una de las tantas discriminaciones dentro del mundo laboral que sufren las mujeres y que se extienden en la sociedad con su cara más dañina: en violencias machistas, el acoso laboral, acoso sexual por razón y/o expresión de sexo/género, agresiones sexuales y la lacra de los feminicidios. Situación que no podemos consentir y que, en denuncia unitaria, saldremos una vez más a la calle para luchar contra las desigualdades que oprimen y asesinan vidas.

Y en esta denuncia, en esta movilización que cada 8 de marzo visibilizamos por las calles, este año se suma la huelga general que por dos horas (por turno), convocamos los sindicatos de clases UGT y CC OO y que animamos a su seguimiento y participación.

En este contexto, de recuperación económica, de la que no hace más que alardear este Gobierno, la misma sigue sin traducirse en una mejora en la vida de las trabajadoras en particular. Las diferencias siguen acrecentándose desde la interseccionalidad en mujeres jóvenes, en mujeres trabajadoras, en mujeres inmigrantes, en mujeres con discapacidad, porque las reformas y políticas de este Gobierno para avanzar en materia de igualdad son una falacia.

Es propaganda electoral. Desde el año 2011 que gobierna el señor Rajoy, los presupuestos para combatir la violencia de género continúan decayendo cuando es justamente esta lacra una de las grandes preocupaciones de la ciudadanía. La brecha salarial persiste en un 23% y, sin embargo, el señor Rajoy elude las preguntas y contesta: «No nos metamos en eso», olvidándose que es el presidente de este país.

Por ello, desde UGT, en el aniversario de 130 años de creada a nivel nacional y 30 de País Valencià, seguiremos reivindicando y luchando desde los diferentes ámbitos, tantos laborales como sociales, para erradicar estas desigualdades que alcanzan a la mitad de la humanidad. Y nuestras propuestas, una vez más, pasan por reclamar el cumplimiento de la Constitución, la derogación de la reforma laboral, la aprobación de una Ley de Igualdad Salarial y que la violencia de género en el ámbito laboral alcance términos internacionales para su erradicación, así como cualquier tipo de discriminación hacia las mujeres.