A principios de los años noventa el Ayuntamiento hizo circular un anuncio que planteaba una pregunta terrible: «¿Te imaginas Elche sin palmeras?». Se trataba de poner en valor el Palmeral entre los ilicitanos apelando, simple y llanamente, a una cuestión de identidad. Implícitamente, la dichosa pregunta -que escandalizó a muchos- alertaba también de que el Palmeral es voluble, muy voluble. Por eso, no se entiende que veinte años después siga sin haber un Plan Especial de Protección del Palmeral -a ver si esta es la definitiva-, y menos aún que en el borrador de la nueva Ley del Palmeral de Elche, que debe tomar el relevo a la de 1986, se tire por la calle de en medio. Más allá de que se autoriza que una vivienda ya construida en la zona Unesco pueda pasar a ser un hotel o un local hostelero, se abre la puerta a nuevas construcciones, por más que sólo sea para equipamientos públicos destinados a museos o centros de interpretación relacionados con el Palmeral. Sí, se habla de que esos permisos serán excepcionales, pero esa excepción se carga -al menos en el borrador- esa edificabilidad cero, que, por cierto, tanto PSOE como Compromís defendieron en mayo de 2015, fuera del Gobierno y en plena precampaña. Y se hace apelando a lo público, cuando recientemente ejemplos no han faltado de edificios que nacieron con esa vocación y han acabado en manos privadas. Además, cuando un museo rodeado de palmeras será eso, un museo, pero nunca un huerto, que es lo que reconoció la Unesco. Y, a la sazón, cuando la experiencia en Elche nos dice que cualquier nueva construcción, pública o privada, se lleva por delante alguna que otra palmera y no pocos elementos del huerto. «Mejor no mover nada. Cada vez que damos un paso vamos para atrás», comentaba un arquitecto de ese borrador. Los arquitectos tuvieron mucho que ver en aquel Plan Especial que se le tumbó al PSOE hace unos años por permitir edificar en determinadas circunstancias. A ver ahora.
