Hace casi 50 años, casi de niño, visité Pontevedra en un viaje organizado por diversas ciudades gallegas. Era una ciudad caótica, inhabitable; al menos esa impresión trasladaba a los turistas. Tal es así que 20 años más tarde, en otro viaje por Galicia, decidí evitar a mi familia esa experiencia.

Recientemente, organizado por el Institut d'Estudis Comarcals del Baix Vinalopó (iecbv) hemos tenido la suerte de asistir a una charla-coloquio con Miguel Antxo Fernández Lores, alcalde de Pontevedra, tras un recorrido previo con él por las calles del centro histórico de Elche, en que hemos sabido del gran cambio realizado en su ciudad en los últimos años. «Menos coches, más ciudad» era el título de la charla, lo que algunos autores han denominado «descontaminación urbana».

Explicar en unas líneas la reforma urbana llevada a cabo en Pontevedra en lo que va de siglo XXI no es tarea fácil. Lo haré con palabras suyas y mías:

«Calles y plazas por las que hace pocos años pasaban o aparcaban cientos de automóviles son hoy espacios para el traslado a pie y el ocio. También son escenarios de una intensa vida social». La transformación se ha ido realizando sin pausa, empezando por el centro histórico del que se retiraron los vehículos para poner el espacio público de mayor valor patrimonial de la ciudad al servicio de la convivencia y la relación de los ciudadanos. Pero el proyecto transformador tiene una visión global, de toda la ciudad. «Todas las acciones comparten una misma filosofía: que el espacio público sea una continuidad del privado. Un espacio amable y seguro, sin agobios, agradable para el desarrollo de la vida cotidiana».

El plan de movilidad adoptado supone la supresión del «tráfico de paso», es decir, de aquellos vehículos que atraviesan espacios urbanos a modo de atajo, sin hacer uso de itinerarios alternativos de circunvalación; también del «tráfico de agitación», el de vehículos que circulan con la única intención de encontrar aparcamiento. Se mantiene exclusivamente el «tráfico de destino», a saber: el de vehículos que realmente tienen que acceder al espacio urbano (garajes, urgencias, servicios, repartos, etc?); es el tráfico necesario para que la ciudad funcione. Añadir que, además de los ya existentes, se han creado una serie de «aparcamientos de borde» que son públicos y gratuitos, desde los cuales el acceso a pie a los sitios de mayor afluencia es cómodo y rápido: actúan como intercambiadores modales coche-peatón.

En un principio hubo resistencia por parte de algunos sectores de la población, en particular de los comerciantes; ahora son los mayores defensores del proyecto. Vecinos de algunas zonas de los barrios piden la peatonalización de sus entornos y el desvío del tráfico a otras zonas.

La transformación contempla otros argumentos como la extensión total de la accesibilidad universal en el espacio público urbano, el ahorro energético derivado del menor consumo de combustible, 66% inferior al consumo en 1999, y la reducción de las emisiones de CO2, integración de la bicicleta como segundo nivel de prioridad por detrás del peatón y por delante del coche, la restauración del patrimonio y su uso para equipamientos públicos y privados o la apuesta por el comercio de proximidad frente al de grandes áreas comerciales.

Pontevedra se ha convertido en un polo de atracción para los habitantes de ciudades vecinas, como Vigo, que van con sus familias a pasear y a hacer allí sus compras mientras los niños corretean por las calles sin peligro. El número de accidentes de tráfico ha bajado drásticamente hasta casi desaparecer.

Desde ciudades de todo el mundo piden la participación de Pontevedra en encuentros y congresos para explicar su proyecto.

Los reconocimientos han venido igualmente de diversas partes del mundo, con premios a la movilidad urbana inteligente y al diseño saludable.

Las comparaciones: en 1900 Pontevedra tenía 22.806 habitantes frente a los 27.308 de Elche. En 1950, 43.221 frente a 56.341. En 1970, 52.652 frente a 123.716. En 2017, 82.671 frente a 228.675. Dos ciudades de escala semejante al principio de siglo XX, sus actuales centros históricos, que han crecido desigualmente en sus barrios, a partir, en Elche, de la inmigración masiva.

Según sus propias palabras, el alcalde de Pontevedra piensa que Elche está en unas condiciones muy favorables para llevar a cabo un gran proyecto como el suyo. Delante del Mercado Central y de los Baños Árabes, dijo que perdiéramos cuidado con el proyecto de centro comercial y el parking, que es tan absurdo e irracional que acabará siendo abandonado. Esperamos no tener que decir nunca aquello de: «Se equivocó. Se equivocaba».

Aprendamos de los que lo han hecho bien. Aprendamos de Pontevedra y hagámoslo en Elche. Sólo se necesita conocimiento, voluntad política y valentía.