Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lorena Gil López

A contracorriente

L. Gil López

Menudos bocazas

Soy una bocazas. Tengo ese defecto (y otros que ahora no vienen a cuento). Me enciendo y suelto por la boca verdades como puños, pero las formas me pierden a veces. Me lo han dicho muchas veces, que cuente hasta diez antes de hablar, pero casi nunca me acuerdo. Pero soy una bocazas ante los intolerantes, los injustos, los cobardes o los que usan su poder para amedrentar.

¿Me diferencia eso de Donald Trump o de Vitolo, jugador del Atlético de Madrid? El presidente del país más poderoso del mundo, tras la matanza en un instituto de Florida, primero dijo: «Si hay un profesor que sea adepto a las armas de fuego, podría haber terminado con el ataque muy rápidamente»; horas más tarde matizó sus palabras y lo terminó de arreglar, una costumbre muy típica suya, diciendo que su plan es solo armar a «los mejores profesores». Claro que sí, Donald, no quiero darte ideas pero te falta decir que para ser docente en EE UU habrá que aprobar unas prácticas de tiro.

El futbolista, por su parte, preguntado sobre la situación en el vestuario con la previsible salida del equipo de dos compañeros, aseguró sin ningún rubor que «no somos mujeres como para ir metiendo cizaña por temas con lo que ha pasado». Minutos después, quiso arreglar su comentario machista y, en Twitter, esa red social que parece el canal oficial de las disculpas cuando uno lanza un exabrupto, soslayó: «No ha estado en mi ánimo ofender a nadie, lo decía en plan broma». ¿En plan broma? ¿Ofender a nadie? ¿En serio? Claro que sí, Vitolo, las mujeres somos así, dañinas y perjudiciales. Uf, menos mal que estoy escribiendo, así puedo borrar lo que estaba pensando.

Sí, soy una bocazas, y viendo lo que dicen estos dos ejemplares, me temo que lo seguiré siendo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats