Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gerardo Muñoz

Momentos de Alicante

Gerardo Muñoz

Malditos yanquis

Varios hombres queman una bandera de los Estados Unidos en la calle Gravina, mientras son observados y aplaudidos por una multitud enfervorecida que grita «mueran los yanquis».Es la mañana del 24 de abril de 1898, y así cuenta el suceso este mismo día el diario vespertino «La Correspondencia Alicantina»: «En dicho sitio, un manifestante ha presentado un palo en el que ondeaba el pabellón de los Cerdos del Norte de América. A los acordes de la popular marcha de ?Cádiz?, se ha prendido fuego á unos cohetes, los cuales han hecho desaparecer tan asquerosa é indigna bandera, siendo quemados luego sus residuos que han quedado convertidos en cenizas en medio de atronadores aplausos y mueras a los yankees».A las diez de la mañana había comenzado una manifestación en la plaza del Teatro que circuló por las calles más céntricas de la ciudad. Los entusiastas manifestantes se habían detenido ante el Gobierno Militar y el Ayuntamiento, para responder a las palabras que les dirigían las autoridades con vivas a la patria, a los reyes y al ejército. Al llegar la manifestación frente al Gobierno Civil, en la calle Gravina, salió a saludar al balcón el gobernador, Felipe García Marchante. Fue entonces cuando se produjo la quema de la bandera yanqui. La manifestación se disolvió a la una de la tarde, frente al Casino.Al día siguiente, el gobierno de EE UU declaró oficialmente la guerra a España. El motivo no fue, obviamente, la quema de aquella bandera en una calle de Alicante. El motivo estaba en los deseos estadounidenses de apoderarse de las últimas colonias españolas de ultramar, aprovechando que los independentistas cubanos y filipinos llevaban años luchando contra la metrópoli.

Campaña propagandísticaMuchos periódicos estadounidenses, especialmente los del magnate William Randolph Hearst, llevaban meses orquestando una campaña en pro de la intervención armada de los EE UU en Cuba, a favor supuestamente de su independencia. Cualquier pretexto, verdadero o inventado, servía para incitar los ánimos de los lectores y, por ende, de las autoridades estadounidenses. Un ejemplo lo tenemos en la publicación de una copia de la carta que el embajador español en Estados Unidos había enviado a un familiar cubano, en la que insultaba al presidente Mac Kinley. Ni que decir tiene que el embajador hubo de dimitir.Pero el suceso que causó un mayor impacto entre los estadounidenses fue el célebre hundimiento del acorazado «Maine». El «Maine» arribó al puerto de La Habana el 25 de enero de 1898, con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en Cuba. Veintiún días después, en la noche del 15 de febrero, este buque sufrió una fortísima explosión, muriendo 256 de sus 355 tripulantes.Al día siguiente, sin ningún tipo de prueba, la prensa sensacionalista de Hearst acusaba a los españoles de haber torpedeado el barco estadounidense. La noticia, así contada, fue republicada por todos los periódicos yanquis, agitando la opinión pública de una manera instantánea, eficaz, y sin precedentes.El gobierno español sostuvo que la explosión había sido causada por un accidente interno, algo que fue aceptado por los propios militares estadounidenses?, pero casi ocho décadas después. En aquel momento, sin embargo, el hundimiento del «Maine» le sirvió al gobierno yanqui para declarar un ultimátum al español, exigiéndole su retirada de Cuba.

Reacción patrióticaTales hechos generaron en España una reacción de fervor patriótico. El 31 de marzo, cuatro ediles alicantinos (Martínez Torrejón, Gadea, Gironés y Campos Aznar) presentaron una propuesta que fue aprobada en la sesión plenaria celebrada al día siguiente, por la que el Ayuntamiento se comprometía a patrocinar una suscripción popular, para la adquisición de un buque de guerra.La indignación de los alicantinos fue creciendo conforme llegaban noticias cada vez más alarmantes desde ultramar, que provocaban manifestaciones patrióticas más o menos espontáneas y cada vez con mayor frecuencia.A las once de la mañana del 7 de abril, un numeroso grupo de alicantinos se reunió frente al domicilio del cónsul estadounidense, Juan Leach, para exigirle que retirase la bandera de ese país del balcón, algo que hizo inmediatamente.

El león español contra el cerdo yanquiLos alicantinos, como el resto de los españoles, sabían que EE UU era la primera potencia económica mundial, pero creían que estaba muy lejos de poseer un gran poder militar. No tenían en cuenta que, por ejemplo, allí el servicio militar era obligatorio para todos los jóvenes varones, mientras que aquí los hijos de los ricos se libraban de servir en el ejército pagando entre 1.500 y 2.000 pesetas.Los patriotas alicantinos estaban convencidos de que el ejército yanqui era inferior al español, mucho más curtido en guerras internacionales. Algunos de ellos advertían sobre esa superioridad a los yanquis en versos, publicados en los periódicos alicantinos durante el mes de abril, en los que abundaban los insultos:«?Ante el yankee no se arredra / el ejército español, / porque no puede luchar / un cerdo con un león» («La Correspondencia Alicantina», 16-4). «El león español (?). ¡Ay del yankee, si imprudente, / creyéndote ya impotente / llegase á pisar tu cola! («El Graduador», 17-4, poema firmado por José Bañuls Aracil, hermano del escultor Vicente Bañuls). «A Yanquía. / Híbrido pueblo, advenediza gente, / vil mezcolanza de la vil escoria / que allí escupió el antiguo continente / ¡Espúrea raza, sin honor ni historia! / Hedionda madriguera / donde todo lo innoble y mal nacido / halla su centro y natural esfera / ¡Inmundo Lupanar, fétido nido, / refugio de reptiles asquerosos! («La Correspondencia Alicantina, 19-4). El 22 de abril, al día siguiente de la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países, la prensa alicantina hacía una llamada al boicot de los productos estadounidenses, especialmente a las compañías de seguros. Ese mismo día, el Ayuntamiento decidió contribuir con 25.000 pesetas al presupuesto nacional para la guerra, «y otras 5.000 que se destinarán mensualmente del presupuesto venidero».Las manifestaciones populares se sucedían por aquellos días, en protesta contra el ultimátum yanqui. Pero, tras la declaración de guerra por parte del presidente Mac Kinley, comenzaron a llegar noticias cada vez más preocupantes. Noticias diarias que eran seguidas con gran expectación en la prensa y en la pizarra del Casino, donde eran expuestos los telegramas llegados desde Madrid. Noticias que hablaban de ataques yanquis en Cuba y Filipinas.El 1 de mayo la armada estadounidense infringió una aplastante derrota a la flota española en Cavite, Filipinas. Ese mismo día, «El Liberal» intentaba describir la indignación y la ira de los alicantinos: «Aquí, sin ir más lejos, en Alicante mismo, no se habla de un yankee, que no se inyecten los ojos en sangre roja». Contaba también este periódico que en Gijón había sido detenido un presunto espía enemigo, y advertía: «Aquí en Alicante hay que estar también sobre aviso, porque sería como punto estratégico yankee, una buena presa, en cuanto pudieran pasar sus barcos por el estrecho».Y es que la potencia industrial y económica estadounidense, puesta al servicio de su ejército y armada, destrozaba por completo y en muy poco tiempo a la flota y tropas españolas. En cuanto al espionaje yanqui, ciertamente era muy superior al español. La oficina de inteligencia naval yanqui creó un servicio en Europa, cuyos principales agentes fueron los agregados navales en Londres y París, los tenientes de navío John Colwell y William Sims, quienes tenían una amplia red de espías en España, algunos de los cuales ya estaban operativos antes de la declaración de guerra.Pero la prensa alicantina se resistió a aceptar la aplastante superioridad militar del yanqui, apodo del que se inventaba «El Graduador» un significado injuriante: «embustero», a pesar de que ya desde 1855, el «Diccionario Enciclopédico de Gaspar y Roig» explicaba correctamente su origen: «Apodo con que designan los Ingleses familiarmente y como por desprecio, a los hab. de los Estados Unidos de la América del Norte. Es una imitacion del modo que tienen los Negros de Virjinia y algunos pueblos indios de articular la voz ?english?, ingles».El 19 de mayo, «La Correspondencia Alicantina» instaba a «los impacientes» a «fijarse que los Estados Unidos están haciendo el ridículo ante el mundo entero (?). Si nuestro desastre de Cavite no hubiera dado á los yankees un poco de viso, sería cosa de reírse de todas sus fanfarronadas, su bloqueo, sus bombardeos y sus desembarcos (?). Ya se irá convenciendo que el león de Castilla no ha perdido sus garras».Pero el león español se quedó sin garras y hasta sin melena. Y solo mes y medio después, el mismo periódico aplaudía la idea de crear juntas de defensa por si «nuestra capital fuera visitada por la escuadra norteamericana».El 10 de diciembre se firmó el Tratado de París con el que España perdía sus posesiones en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Afortunadamente, ningún barco yanqui asomó por nuestra costa y, que se sepa, ningún espía yanqui anduvo por la Explanada.

www.gerardomunoz.com

arios hombres queman una bandera de los Estados Unidos en la calle Gravina, mientras son observados y aplaudidos por una multitud enfervorecida que grita «mueran los yanquis».

Es la mañana del 24 de abril de 1898, y así cuenta el suceso este mismo día el diario vespertino «La Correspondencia Alicantina»: «En dicho sitio, un manifestante ha presentado un palo en el que ondeaba el pabellón de los Cerdos del Norte de América. A los acordes de la popular marcha de "Cádiz", se ha prendido fuego á unos cohetes, los cuales han hecho desaparecer tan asquerosa é indigna bandera, siendo quemados luego sus residuos que han quedado convertidos en cenizas en medio de atronadores aplausos y mueras a los yankees».

A las diez de la mañana había comenzado una manifestación en la plaza del Teatro que circuló por las calles más céntricas de la ciudad. Los entusiastas manifestantes se habían detenido ante el Gobierno Militar y el Ayuntamiento, para responder a las palabras que les dirigían las autoridades con vivas a la patria, a los reyes y al ejército. Al llegar la manifestación frente al Gobierno Civil, en la calle Gravina, salió a saludar al balcón el gobernador, Felipe García Marchante. Fue entonces cuando se produjo la quema de la bandera yanqui. La manifestación se disolvió a la una de la tarde, frente al Casino.

Al día siguiente, el gobierno de EE UU declaró oficialmente la guerra a España. El motivo no fue, obviamente, la quema de aquella bandera en una calle de Alicante. El motivo estaba en los deseos estadounidenses de apoderarse de las últimas colonias españolas de ultramar, aprovechando que los independentistas cubanos y filipinos llevaban años luchando contra la metrópoli.

Campaña propagandística

Muchos periódicos estadounidenses, especialmente los del magnate William Randolph Hearst, llevaban meses orquestando una campaña en pro de la intervención armada de los EE UU en Cuba, a favor supuestamente de su independencia. Cualquier pretexto, verdadero o inventado, servía para incitar los ánimos de los lectores y, por ende, de las autoridades estadounidenses. Un ejemplo lo tenemos en la publicación de una copia de la carta que el embajador español en Estados Unidos había enviado a un familiar cubano, en la que insultaba al presidente Mac Kinley. Ni que decir tiene que el embajador hubo de dimitir.

Pero el suceso que causó un mayor impacto entre los estadounidenses fue el célebre hundimiento del acorazado «Maine». El «Maine» arribó al puerto de La Habana el 25 de enero de 1898, con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en Cuba. Veintiún días después, en la noche del 15 de febrero, este buque sufrió una fortísima explosión, muriendo 256 de sus 355 tripulantes.

Al día siguiente, sin ningún tipo de prueba, la prensa sensacionalista de Hearst acusaba a los españoles de haber torpedeado el barco estadounidense. La noticia, así contada, fue republicada por todos los periódicos yanquis, agitando la opinión pública de una manera instantánea, eficaz, y sin precedentes.

El gobierno español sostuvo que la explosión había sido causada por un accidente interno, algo que fue aceptado por los propios militares estadounidenses?, pero casi ocho décadas después. En aquel momento, sin embargo, el hundimiento del «Maine» le sirvió al gobierno yanqui para declarar un ultimátum al español, exigiéndole su retirada de Cuba.

Reacción patriótica

Tales hechos generaron en España una reacción de fervor patriótico. El 31 de marzo, cuatro ediles alicantinos ( Martínez Torrejón, Gadea, Gironés y Campos Aznar) presentaron una propuesta que fue aprobada en la sesión plenaria celebrada al día siguiente, por la que el Ayuntamiento se comprometía a patrocinar una suscripción popular, para la adquisición de un buque de guerra.

La indignación de los alicantinos fue creciendo conforme llegaban noticias cada vez más alarmantes desde ultramar, que provocaban manifestaciones patrióticas más o menos espontáneas y cada vez con mayor frecuencia.

A las once de la mañana del 7 de abril, un numeroso grupo de alicantinos se reunió frente al domicilio del cónsul estadounidense, Juan Leach, para exigirle que retirase la bandera de ese país del balcón, algo que hizo inmediatamente.

El león español contra el cerdo yanqui

Los alicantinos, como el resto de los españoles, sabían que EE UU era la primera potencia económica mundial, pero creían que estaba muy lejos de poseer un gran poder militar. No tenían en cuenta que, por ejemplo, allí el servicio militar era obligatorio para todos los jóvenes varones, mientras que aquí los hijos de los ricos se libraban de servir en el ejército pagando entre 1.500 y 2.000 pesetas.

Los patriotas alicantinos estaban convencidos de que el ejército yanqui era inferior al español, mucho más curtido en guerras internacionales. Algunos de ellos advertían sobre esa superioridad a los yanquis en versos, publicados en los periódicos alicantinos durante el mes de abril, en los que abundaban los insultos:

«?Ante el yankee no se arredra / el ejército español, / porque no puede luchar / un cerdo con un león» («La Correspondencia Alicantina», 16-4). «El león español (?). ¡Ay del yankee, si imprudente, / creyéndote ya impotente / llegase á pisar tu cola! («El Graduador», 17-4, poema firmado por José Bañuls Aracil, hermano del escultor Vicente Bañuls). «A Yanquía. / Híbrido pueblo, advenediza gente, / vil mezcolanza de la vil escoria / que allí escupió el antiguo continente / ¡Espúrea raza, sin honor ni historia! / Hedionda madriguera / donde todo lo innoble y mal nacido / halla su centro y natural esfera / ¡Inmundo Lupanar, fétido nido, / refugio de reptiles asquerosos! («La Correspondencia Alicantina, 19-4).

El 22 de abril, al día siguiente de la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países, la prensa alicantina hacía una llamada al boicot de los productos estadounidenses, especialmente a las compañías de seguros. Ese mismo día, el Ayuntamiento decidió contribuir con 25.000 pesetas al presupuesto nacional para la guerra, «y otras 5.000 que se destinarán mensualmente del presupuesto venidero».

Las manifestaciones populares se sucedían por aquellos días, en protesta contra el ultimátum yanqui. Pero, tras la declaración de guerra por parte del presidente Mac Kinley, comenzaron a llegar noticias cada vez más preocupantes. Noticias diarias que eran seguidas con gran expectación en la prensa y en la pizarra del Casino, donde eran expuestos los telegramas llegados desde Madrid. Noticias que hablaban de ataques yanquis en Cuba y Filipinas.

El 1 de mayo la armada estadounidense infringió una aplastante derrota a la flota española en Cavite, Filipinas. Ese mismo día, «El Liberal» intentaba describir la indignación y la ira de los alicantinos: «Aquí, sin ir más lejos, en Alicante mismo, no se habla de un yankee, que no se inyecten los ojos en sangre roja». Contaba también este periódico que en Gijón había sido detenido un presunto espía enemigo, y advertía: «Aquí en Alicante hay que estar también sobre aviso, porque sería como punto estratégico yankee, una buena presa, en cuanto pudieran pasar sus barcos por el estrecho».

Y es que la potencia industrial y económica estadounidense, puesta al servicio de su ejército y armada, destrozaba por completo y en muy poco tiempo a la flota y tropas españolas. En cuanto al espionaje yanqui, ciertamente era muy superior al español. La oficina de inteligencia naval yanqui creó un servicio en Europa, cuyos principales agentes fueron los agregados navales en Londres y París, los tenientes de navío John Colwell y William Sims, quienes tenían una amplia red de espías en España, algunos de los cuales ya estaban operativos antes de la declaración de guerra.

Pero la prensa alicantina se resistió a aceptar la aplastante superioridad militar del yanqui, apodo del que se inventaba «El Graduador» un significado injuriante: «embustero», a pesar de que ya desde 1855, el «Diccionario Enciclopédico de Gaspar y Roig» explicaba correctamente su origen: «Apodo con que designan los Ingleses familiarmente y como por desprecio, a los hab. de los Estados Unidos de la América del Norte. Es una imitacion del modo que tienen los Negros de Virjinia y algunos pueblos indios de articular la voz "english", ingles».

El 19 de mayo, «La Correspondencia Alicantina» instaba a «los impacientes» a «fijarse que los Estados Unidos están haciendo el ridículo ante el mundo entero (?). Si nuestro desastre de Cavite no hubiera dado á los yankees un poco de viso, sería cosa de reírse de todas sus fanfarronadas, su bloqueo, sus bombardeos y sus desembarcos (?). Ya se irá convenciendo que el león de Castilla no ha perdido sus garras».

Pero el león español se quedó sin garras y hasta sin melena. Y solo mes y medio después, el mismo periódico aplaudía la idea de crear juntas de defensa por si «nuestra capital fuera visitada por la escuadra norteamericana».

El 10 de diciembre se firmó el Tratado de París con el que España perdía sus posesiones en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Afortunadamente, ningún barco yanqui asomó por nuestra costa y, que se sepa, ningún espía yanqui anduvo por la Explanada.

www.gerardomunoz.com

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats