Somos muchos más los que creemos que los huidos del proçes catalán son unos cobardes que no creen en la ley, sino en sus leyes. Porque para creer en la democracia primero hay que acatar la ley, aunque no te guste, y no dibujar las leyes a tu antojo, que eso se llama anarquía.

Creo que también somos muchos más los que creemos que Josep Guardiola fue un gran jugador y un gran entrenador, pero a la vez es un demócrata de pacotilla. Ya que nuestra Constitución se la pasa por el forro y dice una estupidez detrás de otra. Ahora los ingleses le han dicho que se quite los lacitos amarillos, por unos presuntos delincuentes que están en la cárcel porque así lo han dicho los jueces. Y eso a Guardiola no le gusta, y a muchos más no nos gusta lo que dice.

Me imagino que somos muchos más los que no habríamos pagado 80.000 euros por la presunta obra de arte de los mal llamados presos políticos, en ARCO. Porque es como pagar eso por una caca de vaca envuelta en papel de regalo. Pero a la vez somos muchos más los que pensamos que habría que haber ignorado esa obrita de arte que bien podía haber realizada esa cerda que pinta cuadros con la boca. Que expongan lo que les rote, porque somos muchos más los que pensamos que pueden expresar incluso idioteces y tontunas, incluso lo pueden hacer en catalán. Para deshonra de ese gran idioma.

También parece que somos muchos más los que pensamos que el President del Parlament catalán es más de lo mismo. Aunque la mona se vista de seda. Porque lo que hizo el viernes en un acto del Colegio de Abogados de Barcelona es la constatación de que el veneno nacionalista piensa seguir dividiendo a la sociedad entre buenos catalanes y malos catalanes. En eso consiste el mantra nacionalista. Arrieros somos. Pero los jueces bien hicieron en no aguantar comentarios insultantes con la ley. A ver si aprenden estos colegiales adoctrinados. Si, adoctrinados, que no hay duda.

Estoy absolutamente convencido que somos muchísimos más los que pensamos que es una canallada, cuando no un delito, recibir a unos terroristas que dieron el chivatazo en Andoain para matar a Joseba Pagaza. Hacer ese aquelarre colectivo de desagravio a unos delincuentes es como ensalzar a dos violadores de niñas. Esa sociedad que organiza eso, y que anima a sus conciudadanos a salir en festividad, está enferma, y no ha curado toda la sangre inocentemente derramada. Europa se merece territorios donde no se recuerde a terroristas como héroes. Y en el ejercicio de la ley, a ver si Europa reacciona como, a veces, que se pone a defender a terroristas.

Somos más los que pensamos que la pena de muerte es una aberración. Y que aunque vemos asesinatos repugnantes y asquerosos, una sociedad es más completa cuando no incorpora la pena de muerte. Pero también somos más los que pensamos que hay personas que han de cumplir íntegramente las penas. Y que también hay muchos delincuentes que, por su enfermedad mental, pueden volver a violar y matar a mujeres o niños, y que necesitan una reclusión que los aleje de sus posibles víctimas. Son potenciales reincidentes, y no hay por qué no pensar en su reclusión permanente y revisable. ¿O le gustaría que violase a su hija, o hijo, un ex preso no curado?

La verdad es que lo de «somos muchos más» siempre es un ejercicio retórico que se utiliza en democracia para legislar, opinar o debatir. A lo mejor cuando digo que somos muchos más, pienso que es lo que me gustaría a mí que fuese. Pero en democracia, en la democracia representativa que nos hemos dotado, ese somos más, ha de ser vía representación política. Lo otro es el anarquismo, bien representado por la CUP catalana. Por eso si somos más, o menos, lo deciden los ciudadanos con su votos, respetando la ley. Si somos más, cambiamos las leyes. Si somos menos, intentamos que la gente nos vote para ser más. Y en eso consiste el juego de la democracia. Querer romper la baraja es un juego no democrático. Suele llamarse golpe de Estado. El nacionalismo es especialista.