Perdimos al genial Forges, espíritu crítico vía humor desde la Transición. Con su talento creativo inagotable, Antonio Fraguas, o Forges (traducción de su apellido al catalán, por el origen de su madre), igual hablaba de políticos que de sus cuñados, por su sensibilidad ante la vida cotidiana. «Dígame un chiste suyo que recuerde», han preguntado incesantemente estos días. Uno o mil. Pero el número uno quizás sea aquel, en plena Guerra del Golfo, en el que dibujaba a Sadam Hussein con una flecha sobre su cabeza en la que se leía «Eje del mal»; a su lado George Bush con otra que rezaba «Eje del bien» y, por último, a Aznar con la flecha indicando «Aserejé».

Así está la política española, bailando la danza-invento de Las Ketchup que popularizaron por todo el mundo. Política insustancial, verbenera y estéril. Se diría que algunos de los debates que se escuchan en las cámaras parlamentarias, o en el interminable folletín catalán, suenan tan explícitos como la letra de aquella canción: «Aserejé, ja de je, de jebe tu dejebere, selbiunova majavi, an de bugui an de guidipi». Así de claro hablan Sus Señorías. Imposible acordar nada con ese lenguaje, lo que expresa su nula voluntad de buscar consensos. Lo más grave de todo es que esa incomunicación se extiende desde el Congreso al Senado pasando por cualquier cámara autonómica. Cierto que el Parlamento de Cataluña lleva seis meses paralizado y no hay forma de que se reúna porque no logran que Puigdemont baje del monte; pero, miren, sin que Cristina Cifuentes, presidenta de Madrid, se haya fugado a las Azores, tampoco en su Asamblea se acuerda nada. Madrid nunca tuvo una Ley de Universidades; ha costado dos años que entrara un proyecto de ley de 102 artículos y ha cosechado enmienda a la totalidad de Podemos y más de 500 enmiendas del PSOE. Lo llamativo es que el grupo parlamentario socialista lo preside Ángel Gabilondo, acaso el mejor ministro de Educación de los últimos años, el que ya tenía una ley de Educación consensuada incluso con los diputados populares hasta que los llamaron desde Génova y les prohibieron firmar, no fuera que los socialistas capitalizaran el éxito. Una gran oportunidad perdida para el país. Bueno, pues ahora al revés, como se apreció en el acto de Sociedad Civil por el Debate: populares proponiendo y socialistas torpedeando. Presentar cinco enmiendas por artículo de promedio quedará como ejemplo de «filibusterismo parlamentario». Lástima que Forges se nos haya ido porque si pilla ésta los estigmatiza de por vida.

Para ser exactos, lo único en lo que los parlamentarios se dejan entender sin usar lenguaje «aserejé» es en las agresiones. Atentos al rifirrafe PP-Ciudadanos a cuenta de la corrupción. Hablábamos de «guerra fría» hace unas semanas pero ya se disparan misiles verbales. Y tiran a dar. Es admirable la sangre fría de Rajoy que confía en que para junio tendremos Presupuestos del Estado aprobados mientras sus coroneles de Génova apuntan a Inés Arrimadas, aunque salvó la cara del constitucionalismo en Cataluña, y pronto contra Villegas por la financiación de Ciudadanos.

Mientras, en el independentismo pasan cosas: en Esquerra están ya hartos de Puigdemont y celebran las encuestas que anuncian que, si se vuelve a las urnas, la formación del expresident se verá superada por la de Oriol Junqueras. Al tiempo, esa misma encuesta establece que crecen los que quieren mantener la autonomía de Cataluña tal y como estaba antes de que se provocara su intervención estatal, vía 155. Cataluña ha ido a peor en autogobierno, prestigio y situación económica. Ya perdió la Agencia Europea del Medicamento que huía de Londres por el Brexit y ahora se juega el Mobile World Congres. El rey Felipe acude a Barcelona al rescate, pero la alcaldesa Ada Colau no estará en su recepción. Los daños a la marca Barcelona son evidentes y la repercusión por ingresos extra más el empleo en la ciudad que trae el MWC, a ella no le conmueven. Otra partidaria del aserejé. Muy triste.