Tras la contundente victoria de las huestes herculanas de la mano del nuevo entrenador Visnjic en tierras mañas ante el colista del grupo, el filial del Zaragoza, la ilusión o esperanza, que es lo último que se pierde, ha vuelto a florecer en parte de la afición y medios de comunicación, más si cabe como un deseo que como una realidad. Soñar es gratis, hacer cábalas también. Ganar donde casi todos lo visitantes lo han hecho o como mínimo han puntuado, era una obligación para un club como el Hércules, aún en horas bajas. Los números mandan, y los del equipo blanquiazul necesitan mejorar, y mucho, de aquí a final de temporada. Un tercio resta, 12 partidos a cara de perro. Lo positivo, que salvando el duro y siempre competitivo Villarreal B, que nos tiene tomada la medida año tras año, le vienen seguidos tres partidos asequibles al Hércules, dos fuera contra Peralada y Santa Eulalia, y otro en casa ante el Formentera, que si se sumara de tres en tres, doce puntos, se abriría la puerta a la esperanza. Podríamos soñar en que hay posibilidades de jugar la promoción, de no ser así, lo onírico se convertiría en otra decepción más acumulada en el debe de Ortiz y sus colaboradores. Pero atención, que ni en el caso de sumar esos doce puntos, el camino estaría allanado. Los rivales hasta final de campeonato son de órdago, apunten: en casa, Mallorca, Mestalla, Lleida y Llagostera, fuera, At. Baleares, Saguntino, Ontinyent y Elche. Ahí es nada, la flor y nata del tercer grupo de la maldita segunda B. Esta sería la parte negativa del recorrido.

Pero además de ganar mucho, que no empatar, habrá que esperar fallos de los demás, pues el pelotón de seguidores y acompañantes en aspiraciones es tan largo como ancho, y en un tercio de campeonato habrá más de un enfrentamiento directo entre los que pretenden la promoción, de la que tres plazas tienen nombre. Mallorca, Villarreal y Elche, parecen inalcanzables para un Hércules mediocre al que solamente le queda un sprint final en una carrera de fondo, en la que los más regulares suelen llevarse el gato al agua. Y parece que este año el gato tampoco tiene ganas de subirse a la palmera.

Pero mientras afición, medios, e incluso plantilla se mueve entre la ensoñación y el pragmatismo, el máximo responsable, el máximo accionista insiste en sus juegos de artificios colocando de presidente de la entidad, como cortina de humo que oculte carencias y miserias de su gestión, al admirado Quique Hernández, el único Quique bueno de aquella Quiquelandia que formaron en su día él mismo junto a Ortiz y Pina, hoy en día encausados por la justicia. Al menos Quique Hernández sabrá respetar el cargo y la institución a la que ha servido con honradez en otros tiempos, no como Pitarch al que Ortiz le regaló la presidencia para desairar a la larga lista de presidentes que el Hércules ha tenido en su dilatada historia. El puesto lógico para Quique lo ocupa Portillo, y la familia tira mucho, aunque la gestión de la dirección deportiva no pase de un suspenso. La última incorporación, la de Vinsjic al frente del banquillo, tampoco es que sea ilusionante. Hace justo tres lustros dejó al Hércules en la undécima posición, y en sus quince años de míster nunca ha pasado de entrenar en la división de bronce, sin lograr grandes clasificaciones con sus equipos, exceptuando la promoción de ascenso con el Alcalá, que precisamente perdiera frente al Hércules.