Es fascinante cómo evolucionan las sociedades a pesar de que tarden tantos años en conseguirlo, por supuesto solamente las que lo hacen, porque todos sabemos que algunas se quedaron en la Edad Media y siguen estando allí de una forma acomodada y consecuente. Puede que lo más sorprendente sean los cambios radicales en cuestiones sensibles de las que nunca se hubiera podido pensar que darían un giro hacia el progreso, porque quién hubiera negado en los años ochenta del pasado siglo, que intentar falsear la declaración de la renta era una norma aceptada y codiciada por una amplia mayoría y en la actualidad 9 de cada 10 españoles piensan que es una conducta rechazable.

Los cambios los podemos encontrar prácticamente en todos los ámbitos de la vida social española. Antes era socialmente incorrecto vivir en concubinato siendo objeto de feroces críticas que desprestigiaban a los interfectos hasta cotas impensables. De hecho hubo una época donde una pareja no se podía inscribir en un hotel si no se presentada el certificado oficial de matrimonio, algo absolutamente inimaginable en la actualidad. Es más, ahora la tendencia es a vivir en pareja sin ataduras institucionales, pensando que es más sencilla una separación sin papeles que con ellos. Por eso más del 80% de los españoles está de acuerdo con ese concubinato que no hace tantos años estaba más que proscrito.

Un cambio que me encandila es la religión. Pasar de un estado confesional a uno aconfesional es todo un paso al infierno. Pero, curiosamente, más de las tres cuartas partes de los ciudadanos españoles se siguen considerando católicos, eso sí, sin práctica religiosa porque eso es mucho trabajo. Lo interesante es asistir a efemérides religiosas de las que tienen hondo calado social como bautizos, comuniones, bodas y, por supuesto, funerales que son la guinda del pastel.

Otro cambio interesante, en relación indirecta con en el anterior, es la visión ética de la vida. Nos descolgamos de la vinculación religiosa y entendemos la ética como la disyuntiva entre lo que está bien y lo que está mal, pero solamente la mitad de los españoles piensan que los principios éticos han de aplicarse siempre, cuestión que nos puede dejar algo perplejos.

La evolución de cuestiones como tener o no hijos también es crítica, porque hemos pasado de pensar en que era útil tener muchos hijos para que nos ayudaran en el sostenimiento de la familia, a todo lo contrario, porque ahora se ven como una carga más. Posiblemente necesitemos otros cien años más para darnos cuenta de que lo realmente importante es conseguir el equilibrio social, con independencia de lo que se considera positivo, negativo o neutro.