Daniel Simón tiene motivos para alegrarse: el nombre de Alicante aparece por primera vez en el Observatorio de la Cultura, y su trabajo como concejal ha tenido mucho que ver en ello. ¿Cómo era posible que una ciudad de trescientos mil habitantes no figurara en una lista donde se hallaban otras poblaciones de menor tamaño? El dato era una prueba de que no estábamos haciendo las cosas bien, aunque pocos alicantinos se alarmaran por ello. ¿Debería extrañarnos? Yo creo que no. Alicante es una ciudad donde estas evidencias no se toman en cuenta y, si alguna vez lo hacen, nos limitamos a culpar a otros de nuestros males.

Los datos que el Observatorio de la Cultura ofrece sobre Alicante son todavía modestos, pero haríamos mal en desdeñarlos. La ciudad avanza en la clasificación regional y figura, por vez primera, en la nacional, aunque ocupando los últimos puestos. A mi entender, la modestia de la clasificación no resta ningún mérito al trabajo del concejal. No era fácil sacar la cultura del pozo donde la habían dejado los gobiernos del Partido Popular. Durante el tiempo que ha estado al frente de la concejalía, Simón ha desarrollado una intensa actividad. Es cierto que no ha acertado en cada una de sus decisiones, pero el balance de su gestión es, en líneas generales, positivo. Por primera vez en muchos años, hemos tenido un concejal preocupado por la cultura de una manera cierta.

El mayor éxito de Daniel Simón ha sido el Principal. La excelente valoración que el teatro obtiene en el Observatorio así lo reconoce. La clave de este resultado estuvo, en mi opinión, en el nombramiento de Francisco Sanguino como director. Sanguino, buen conocedor del mundo del teatro, supo imprimir al Principal el cambio de rumbo que éste necesitaba. De su mano, Alicante ha vuelto a tener espectáculos de calidad como no conocíamos desde hace tiempo. Ahora, el éxito del Principal no supone que sus problemas estén resueltos. El teatro todavía debe ganarse la confianza de un público que lo había abandonado por diversos motivos. No será fácil recuperarlo. Sanguino lo sabe y por ello ha abierto el escenario a nuevas experiencias y busca atraerse a los jóvenes: el camino parece correcto, pero habrá que aguardar los resultados.

Donde el trabajo de Daniel Simón no ha logrado mejorar las cosas es en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante. Es cierto que el MACA figura -y no con mal puesto- en las listas del Observatorio de la Comunidad, pero me temo que la apreciación sea poco más que circunstancial, debida a la muestra que el museo presentó en El Carme, de Valencia. De cara a la ciudad, no hemos avanzado prácticamente nada y el trabajo del MACA está todo por hacer. Es cierto que Rosa Castells, la conservadora, hace cuanto puede para mantener la actividad, pero esta es mínima y no se corresponde con las necesidades de Alicante. El problema no es otro que el dinero: el museo tiene un presupuesto ridículo, absolutamente ridículo, para sus necesidades, y esto no ha sabido solucionarlo Daniel Simón.