Estamos pasando por momentos de enorme interés para la protección del patrimonio y, coincidiendo con esto, nuestro Ayuntamiento anda buscando banda de música, por lo que ha sacado a licitación el servicio.

Al hilo de esto ni quiero ni puedo evitar el conducirme por los senderos de mi memoria en referencia a una enorme pérdida de patrimonio del que quedó huérfana nuestra ciudad: la histórica Banda Municipal de Música.

Cuando hace 100 años Elche tenía 30.000 habitantes, contaba con una banda de 60 músicos. Hoy, con 240.000, no la tiene, debido a que hace en torno a 18 años, y siendo concejal de cultura Antonio Amorós, se decidió extinguirla y se consiguió exterminarla; quiero pensar que por el absoluto desprecio y desconocimiento de lo que para Elche representaba su histórica Banda de Música.

No seré yo quien glose en estas líneas su preñada aportación sociocultural, así como las enormes virtudes y sentido de identidad y pertenencia de sus componentes a lo largo de su dilatada existencia, ni tendré el atrevimiento, pues voces mucho más autorizadas que la mía podrán hacerlo.

Aún así es mi deseo el dar un retazo a brocha gorda, movido por la emoción. Desde el año 1928, hace 90 años, y hasta su muerte acaecida en 1944, dirigió la banda Alfredo Javaloyes, autor entre otras muchas composiciones de la marcha El Abanico; tras su fallecimiento y en octubre de ese mismo año fue nombrado director de la banda José Martín Rodríguez, que en ese momento tenía 31 años, el cual había ingresado por oposición en el Cuerpo Nacional de Directores Civiles, siendo el número uno de su promoción, y accedió a la dirección de la Banda Municipal de Elche a través de concurso de mérito, convocado por la Dirección General de Administración Local al que se habían presentado 28 candidatos; permaneciendo como director de la banda hasta el 21-06-1981, cuando dirigió su último y muy emotivo concierto, después de 37 años de servicio a esta ciudad, y contando con 67 años de edad, dando por concluida su carrera por problemas en la vista. Creo que sería de justicia el reconocer y dar a conocer a José Martín; en cuanto a Alfredo Javaloyes, no por ser más conocido es lo suficientemente reconocido.

Dejando estos emotivos recuerdos aparcados, retomo la muy triste senda de rememorar cómo se demolió, y no hablamos de obras, sino de hombres. Dicha demolición se llevó a cabo de forma tan torpe e indigna que abochornaría a cualquiera. Por respeto a la memoria y a la dignidad de quienes la sufrieron, no voy a entrar en detalles absolutamente reprobables por parte de la Concejalía de Cultura y su concejal Antonio Amorós. Solo daré un retazo de esa indignidad: en pleno proceso de demolición de la banda, y encontrándose un músico de la misma con una grave enfermedad, recibió en su domicilio la visita de dos personas, quienes, transportadas por un coche de la Policía Local, dijeron ser del Ayuntamiento; el motivo de su visita era para que se les hiciese entrega del uniforme y del instrumento musical. El uniforme no les fue entregado, manifestándoles que podían pasar por él en unos días porque lo que procedía era llevarlo a la tintorería, y, por cierto, aún no han vuelto a recogerlo. Y con respecto al instrumento tampoco les fue entregado por ser propiedad del músico. Éste músico era mi padre. Perteneció a la banda 34 años.

Si siempre es triste asistir a la demolición de obras con valor monumental o artístico, no fue menos triste asistir a la demolición de la Banda Municipal de Elche.

Todas mis palabras desde el más absoluto respeto y admiración a los músicos y directores que hasta la fecha, y desde entonces, han suplido la ausencia de aquella Banda Municipal.