Hace poco más de veinte años, ocurrió la tragedia más importante en la historia de escaladas al monte Everest, en la que fallecieron quince personas. Aquello sucedió en un momento en el que aquellas escaladas no las realizaban expertos, sino personas con posibilidad de pagar los sesenta mil dólares que costaba aquella aventura. Se demostró que cuando la situación es difícil, la experiencia no se puede cambiar por la cantidad del dinero de tu cuenta. Si era importante tener una adecuada experiencia en la subida al Everest, no es menos necesaria en la tarea, no tan peligrosa, pero sí muy importante, de formar a las nuevas generaciones. Centrándose en ese aspecto, actualmente se han emitido nuevas propuestas de formación de los futuros profesores que han generado un interesante debate político.

Hace ya algunos años el escritor norteamericano William A. Ward decía que era «sabio dirigir tu cólera hacia los problemas, no hacia la gente; para centrar tus energías en las respuestas y no en las excusas». Desgraciadamente, en temas de educación llevamos mucho tiempo ya olvidando los problemas a solucionar para centrarnos en utilizar la educación como arma política arrojadiza. Ya hemos dejado detrás nuestro un sinfín de leyes y decretos aplicados o muertos en un cajón, en muchas ocasiones debatiendo aspectos que muy probablemente tengan una incidencia escasa sobre el total de la formación que damos a nuestros jóvenes. Valenciano, educación para la ciudadanía, religión, idiomas extranjeros, horas por asignaturas, jornada continua, actividades extraescolares han ocupado nuestro tiempo impidiendo que nos centráramos en los aspectos claves de la educación que para mí son el estudiante y el profesor.

Ahora, cuando surgen propuestas políticas que afectan claramente a la figura de este último cabría hacer algunas reflexiones sobre el tema. La mayoría de modelos educativos avanzados se han centrado en potenciar la figura del profesor tanto a nivel formativo como de respeto social. Es muy probable que, con un buen y respetado profesor, sea menos relevante si la jornada es continua, si imparte la clase en valenciano o castellano o si hay 25 o 30 alumnos en el aula. Pero ¿cómo se consigue esto? La Unión Europea se ha centrado en tres aspectos fundamentales, una formación inicial eficaz, un buen proceso de selección de los mejores y un apoyo notable en los primeros años de trabajo. Eso implica la combinación de una buena formación en la Universidad y una experiencia real en las aulas. En nuestro estado disponemos de un modelo que conjuga ambas cosas con unos buenos resultados, me estoy refiriendo a la formación de nuestros médicos, con sus seis años en la Universidad, examen MIR y prácticas remuneradas en hospitales. Nada que ver con la formación de nuestros profesores, que con un año de máster salen habilitados para impartir clase en la enseñanza secundaria.

¿Debemos ser más exigentes con la formación de los médicos o con la de los profesores?, yo me inclino por la segunda, ya que estos a su vez van a formar a los futuros médicos. Un modelo tan referenciado como el finlandés fija criterios más exigentes para los profesores que para los médicos, con lo que además de conseguir una mejor formación dan una relevancia social adicional al profesor.

Partido Popular y Ciudadanos son los dos partidos que han puesto encima de la mesa la propuesta del llamado MIR educativo. Confío que un tema de autoría original no ponga en riesgo el éxito del modelo, ya que los detalles que separan ambas propuestas parecen solucionables. Sindicatos y partidos de izquierda parece que se oponen a la propuesta calificándola de subida al Everest, quizá más preocupados por los puestos de trabajo de los profesores actuales que por los jóvenes a formar. Seguimos como decía Ward, olvidando de los problemas y buscando más excusas que soluciones. Obviamente, todo modelo debe tener una incorporación gradual, pero que no nos haga olvidar los problemas a solucionar. Como también decía el señor Ward, «El profesor mediocre dice. El buen profesor explica. El profesor superior demuestra. El gran profesor inspira». Con este debate acerca del MIR educativo, tenemos la posibilidad de generar un modelo que mejore la formación de nuestros futuros maestros, y eso conduce irremisiblemente a mejorar nuestra sociedad.