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Teatro crítica

Aguado veneno

El verí del teatreTEATRO PRINCIPAL DE ALICANTE

De Rodolf Sirera. Compañía: Teatre Micalet. Dirección: Joan Peris.

Es indiscutible que el teatro posee un veneno que provoca adicción al intérprete y puede despertarla en los espectadores. La obra es de culto desde su estreno en 1979, y hoy es un clásico del teatro español contemporáneo con éxito internacional. La realidad y la ficción se mezclan y supone una reflexión sobre la forma de interpretar. Sobre el mundo del arte y su influencia en la vida, además de la libertad o la sumisión al poder. Por toda esta serie de cosas y porque consiste en un duelo interpretativo, la pieza de Rodolf Sirera exige una relevante puesta en escena a la altura de las circunstancias. No es rigurosamente así en la producción valenciana de la Companyia Teatre Micalet, que hemos visto en el Principal. Los numerosos montajes de la obra han ofrecido una de cal y otra de arena. El verí del teatre se ha hecho con dos hombres, una mujer y un varón o un par de mujeres como las del espectáculo dirigido por Joan Peris e interpretado por Pilar Almería y Cristina García. Ambas asumen, respectivamente, los papeles de la extravagante marquesa y la actriz de fama en un encuentro que tiene lugar en la casa de la dominante señora, en París, a finales del s. XVIII. Y ahí se exponen las teorías teatrales del periodo de la Ilustración. Es decir, la identificación con el personaje o la exteriorización del mismo. Pilar Almería comienza siendo una falsa criada en este juego de engaños donde se quiere representar un texto de la aristócrata, un teatro de investigación para poner a prueba sus ideas, o un experimento fisiológico, a partir de la muerte de Sócrates, aplicado a las técnicas actorales. Cristina García ejerce el humillado papel con la promesa de recibir un antídoto después de ingerir el presunto vino envenenado. La trampa, la manipulación y el conflicto funcionan, pero el trabajo, en su conjunto, no tiene la firme, envolvente e inquietante seducción necesaria, lo que no contribuye a revalorizar una obra dramática y con ironía muy similar a La huella, estrenada anteriormente. En contra de Diderot, la marquesa defiende que el actor debe vivir el personaje, ser él con plena intensidad. Aún se recuerda a Rodero y a Galiana en un montaje más amplio, con intercambio de roles.

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