Es un hecho patente e incontestable que las relaciones interpersonales no son tarea fácil. Intercambiar sentimientos y emociones con los demás se puede convertir en un auténtico quebradero de cabeza, consiguiendo en demasiados casos que se rehúya la situación sorteando a los posibles implicados o cerrando la puerta de la comunicación para que no quede ni un solo resquicio por donde entrar. Es la llamada de la soledad o el aislamiento social, que para muchas personas se convierte en la panacea de la existencia en paz consigo misma.

A primera vista se podría pensar que lo que realmente interfiere es un estado de timidez patente de unos frente a otros, pero la realidad va mucho más allá y nos dice de alguna forma que compaginar la vida propia con la de los demás no es una cuestión de timidez o valentía personal o social, sino más bien de querer o no enfrentarse a resultados frustrantes o indeseados. El miedo al fracaso es posiblemente la clave de la retracción de las relaciones y, por supuesto, la experiencia anterior.

Es indudable que cuando nace una relación de pareja, lo que podemos considerar como la más importante en la vida de dos personas, la máxima prueba de fortaleza se genera con la convivencia. Seguro que conocen multitud de casos donde las relaciones funcionaban de maravilla hasta que deciden vivir juntos y compartir todo lo que hace de la vida cotidiana un submundo entre dos. Aparecen las discordancias en cuanto a nimiedades como hacer la cama, la compra o cómo distribuir el tiempo de ocio. A partir de ahí las consecuencias irán en concordancia con los resultados de estas pequeñas cuestiones que serán decisivas en la continuación o el desastre de la convivencia.

Parece que la tendencia ahora es vivir la soltería en estado puro, pero sin perder de vista las convenciones sociales. Se está instaurando la moda de casarse con uno mismo, lo que se viene llamando sologamia, para tener las dos cuestiones antedichas en un mismo plano de acción. Cuando el círculo cercano comienza a murmurar sobre la soltería de alguien, este puede optar por casarse consigo mismo y matar dos pájaros de un tiro. No deja de ser curioso que hasta la fecha la sologamia se haya instaurado únicamente en el sector femenino y sean ellas las que optan por esta solución. Está claro que quererse a una misma es un principio básico que se cumple en estos casos sin excepción y convertirse en sologámica las protege de los fracasos y los embates sociales.