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José Emilio Munera

Claudio, víctima de un equipo moribundo

Al equipo le faltaron energía y vigor, línea por línea, y le sobraron errores, imprecisiones y hasta malos modos como los de Óscar Díaz con un sector de la grada

Resignado, entregado y moribundo. Así transita el Hércules por esta aciaga temporada, en la que ya se ha cobrado la cabeza de dos entrenadores en apenas siete meses: anoche la de Claudio Barragán y el 15 de octubre la de Gustavo Siviero. Recalcitrante en sus malos hábitos, el conjunto alicantino repite los mismos errores de la pasada campaña domingo tras domingo y se prepara para bajar la persiana a comienzos de febrero. Intolerable para un equipo histórico como el blanquiazul e incomprensible para una plantilla que aspira al ascenso y que con el técnico valenciano ha sumado una victoria en los 11 últimos partidos. Con ser pésimas las cifras, aún son peores las sensaciones de un grupo apático y entregado, duramente censurado por el Rico Pérez, que se olvidó ayer del entrenador de Manises para volver a pedir la cabeza del director deportivo Javier Portillo. Salvo en los primeros minutos de cada tiempo, en los que tuvo actitud e intensidad y bien pudo adelantarse, el Hércules volvió a mostrarse plano, ramplón y carente de ambición frente a un modesto de la categoría como el Ebro. Era unaj ornada clave para la continuidad de Claudio, pero sus jugadores no dieron mayores síntomas de implicación, adhesión o solidaridad con el titular del banquillo. Al equipo le faltaron energía y vigor, línea por línea, y le sobraron errores, imprecisiones y hasta malos modos como los de Óscar Díaz con un sector de la grada. El preparador valenciano ya empezó a tirar la toalla tras el empate en Badalona cuando reconoció que no se veía capaz de hacerse entender en el vestuario. Y eso muismo es lo que se vio ayer sobre el césped: desconexión, indiferencia y juego caótico de un grupo a la deriva. A siete puntos de la zona de promoción, sólo un milagro puede devolver a este equipo a la lucha por el ascenso. Pero hay que mirar más allá de Barragán y su incapacidad para explicar los desastres de este Hércules, cuya plantilla llegó a ilusionar en verano y ahora se arrastra como alma en pena por las medianías de la tabla. Porque, en última instancia, los responsables directos del despropósito son los jugadores. A excepción del portero Falcón, que salvó un punto con dos buenas intervenciones, el nivel medio de todos los jugadores de campo fue ínfimo, sobre todo en el esperpento de la primera parte. Encogidos y erráticos, sin carácter ni personalidad, despacharon el mismo partido mediocre de tantas otras tardes: sin ninguna autoridad en el juego y, lo que más le duele a la gente, sin la entrega y el compromiso necesarios para defender el escudo. Claudio y Siviero son las víctimas, pero ellos son los directos responsables de esta agonía sin fin.

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