Cada vez me pasa más, como juez de guardia, encontrarme con cadáveres de ancianos que llevan muchos días muertos, en avanzado estado de descomposición». Es un tweet del magistrado y portavoz territorial de Jueces para la Democracia, Joaquím Bosch. Y añade, «no sé si está fallando la intervención social o los lazos familiares, pero indica hacia qué tipo de sociedad nos dirigimos». El mes pasado, la primera ministra británica, Theresa May, anunció la creación de un Ministerio para la Soledad (Ministry for Loneliness), tal y como suena: un Ministerio de la Soledad.

La propuesta era una idea de Joe Cox, la parlamentaria Laborista que fue asesinada por un ultraderechista en junio de 2016. Había creado una comisión parlamentaria de la soledad y puso de manifiesto la magnitud de la soledad en el Reino Unido. En Gran Bretaña el problema afecta a nueve millones de personas, el 13,7% de la población total. Aunque la mayoría son personas mayores, la soledad afecta a todos los grupos de edad. De los nueve millones de personas que viven solas en el Reino Unido, algo más de dos tienen más de 75 años; y calculan que unas doscientas mil no han hablado con nadie en el último mes.

Es una situación que va en aumento, no sólo en Gran Bretaña, en toda Europa. En los países nórdicos, el hogar modal, el más frecuente, hace lustros que es el de una persona sola, son hogares unipersonales. En España, según los últimos datos, el tamaño medio de los hogares es de 2,5 personas por hogar, pero se va reduciendo año tras año según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En nuestro país, de dieciocho millones y medio de hogares que había en 2016, uno de cada cuatro era de personas solas, que se repartían casi por mitades entre los de menos de 65 años y más de 65. Los hogares de personas mayores crecen a un ritmo del 4% anual mientras que la proporción de los más jóvenes se van reduciendo. En 2016, uno de cada cuatro hogares de la Unión es unipersonal y cada día son más.

Decía el magistrado Bosch, en el mismo tweet, «Conozco bien Dinamarca y allí todavía hay más personas ancianas que viven solas, pero las instituciones estatales aportan mecanismos de protección y esto no ocurre aquí». Todos hemos leído algún suceso de personas, en general mayores, que fallecen en nuestra ciudad y su cadáver se descubre al cabo de unos días. En Alicante, y en general en todos los servicios sociales de España, existe el servicio de teleasistencia. Aquí lo financia el Ayuntamiento en el presupuesto de los servicios sociales municipales y lo presta Cruz Roja. Es un sistema de alarmas, a través del teléfono, mediante una pulserita que llevan los usuarios. Sin embargo, lo que más trabajo da en este servicio son las llamadas que desde Cruz Roja realizan periódicamente a los beneficiarios, simplemente para hablar con ellos: para preguntarle por su vida, por cómo les va, para darles conversación. Las menos veces es por alarmas, urgencias, enfermedades o reclamar una ambulancia que los traslade a un hospital. El problema en España se agrava porque hay un déficit crónico de residencias públicas para mayores; y las que hay, incluso concertadas, son muy caras para las pensiones que cobran.

Seguramente no estará suficientemente estudiado, pero la soledad en los hogares unipersonales y especialmente en los países nórdicos ?porque viven y conviven menos fuera de la vivienda que los latinos- no es principalmente un problema económico, al menos allí, sino que tiene otras muchas complicaciones. Pueden ir desde las mayores tasas de suicidios de Europa hasta problemas psicológicos, y no solo la demencia senil de los mayores, también entre los más jóvenes. El aumento de los hogares unipersonales probablemente no requiera un ministerio de la soledad, pero el problema de la soledad sí requiere en toda España una atención específica, el aumento de los presupuestos de servicios sociales, aumentar la teleasistencia, la mejora de la atención domiciliaria, el aumento de plazas en residencias públicas o concertadas asequibles, etcétera. Si se quieren evitar las derivadas psicológicas y dramáticas hay que empezar por el presupuesto de los servicios sociales.

Confío que ningún ministro del Interior piense que hablamos de la hermandad mariana de la Soledad y pretenda solucionarlo con un aumento del presupuesto de la cofradía u otra imposición de medallas.