Luca Guadagnino es un realizador de cine italiano, cuya película Llámame por mi nombre, relata una historia de amor protagonizada por un joven estudiante, atlético y viril, que pasa un verano con unos amigos italianos y el hijo de esta familia, con una trama que se pretende sensual y emotiva, describiendo conexiones emocionales y químicas, en la apasionada relación que surge entre ambos.

Y se trata de un filme que viene avalado por numerosos reconocimientos, como son sus nominaciones a los Oscars, a los Globos de Oro y a los premios BAFTA, pero que me resulta largo y tedioso, no captando mi atención y estima, salvo en momentos puntuales como la escena de la conversación entre padre e hijo, plena de cariño y respeto, sensibilidad y afecto, o el largo primer plano del protagonista en los títulos de crédito.

Termina la película y vienen a mi mente algunas cuestiones planteadas por la misma, como la plenitud que representa la pasión correspondida o la belleza y el recuerdo del primer amor, pero del mismo modo también ello me lleva a reflexionar sobre la falta de correspondencia en ocasiones, en el enamoramiento o el deseo, que también puede darse, pues dependen de las emociones que se mueven dentro de cada uno y de los sentimientos que surgen en las relaciones, que en ocasiones activan la atracción y en otras no.

Y es que, y por otro lado, un amor sano no tendría que hacer sufrir, pues en él se recibe y también se da, ya que las parejas se forman para aumentar la felicidad, aunque en ocasiones el sueño con amores platónicos puede llegar a ser una fuente de sufrimiento.

Ya que sentirnos como si nos faltase algo, o como si tuviéramos un vacío que tenemos que llenar, puede también causarnos ansiedad y frustración por una desesperada búsqueda, que quizá tampoco nos va a satisfacer plenamente, pues puede que una vez que se obtiene lo que supuestamente nos iba a completar, lo obtenido en realidad nos decepcione, y no cumpla las expectativas que se anhelaban.

Y ello porque muchas veces pensamos que la felicidad está en otra parte, y que si pudiéramos acceder a ella se acabaría nuestra insatisfacción, y puede que finalmente descubramos que no es así, y que ya contamos con todo para sentirnos plenos y felices, si fuéramos capaces de valorar y apreciar lo que tenemos.

Como hacen los protagonistas de Llámame por mi nombre, que viven una apasionada historia de amor, que va más allá de sexos y de suspicacias, sin importar opciones sexuales, sino únicamente emociones y sentimientos profundos y emotivos, en una contemplación y disfrute del momento presente que a todos nos gustaría vivir.