Hay que ver lo que ha dado de sí el asunto de la Cruz «franquista» de Callosa de Segura: que si los asesinados por las hordas rojas, que si entre ellos había dos curas jóvenes, que si la cruz cristiana, que si los cánticos del «cara al sol» en las madrugadas y los gritos de «la República otra vez», etc, etc. etc... Entre tanto, la Iglesia de siempre: callada, sin decir ni pío sobre el fondo de la cuestión. Simplemente dejando que los ciudadanos de bien que en Callosa de Segura son, yo creo que casi todos, silenciosos y sufridores, dándose cuenta de que los que murieron en «nuestra guerra incivil» todos eran callosinos de bien y sus descendientes, han tenido que vivir casi ochenta años leyendo en la «cruz de la discordia» los nombres de los «asesinados por las hordas rojas», que representaban al gobierno legítimo de España.

No justificaré nunca ninguna muerte, yo nací después de aquella guerra fratricida, pero es ahora, cuando ya deberían haber desaparecido los inhumanos odios de entonces y en aras del cumplimiento de unas leyes aprobadas por los representantes legítimos de la soberanía popular, cuando resurgen aquellos viejos odios absurdos y se escuchan antiguas consignas y cantatas que ensombrecen los lamentos y las lágrimas de los sucesores de aquellos hijos, nietos y viudas de aquel absurdo holocausto, que ensombrece el bello pueblo callosino. No hubiera sido mejor en aras del perdón y el olvido de aquellos odios y aun sin quitar la Cruz y poniendo otra lista con los nombres de los fallecidos del bando republicano de entonces y todos los descendientes juntos haber celebrado un funeral, que fundiera en un fraternal abrazo a todos los vecinos de Callosa sin que la Iglesia no interviniera más que en la reconciliación y no en la propiedad. Acaso la Iglesia no somos todos. Acaso no eran tan personas y tan humanas las que fueron muertas en ambos bandos. Termino con una frase que un sabio amigo mío me dijo al principio de conocernos: «La guerra incivil del 36 no fue política ni ideológica, fue "la guerra de los que comían contra los que no comían"«. ¡Callosinos, un poco más de humanidad en aras de la reconciliación! ¡Mis antepasados fueron republicanos y me enseñaron que no es posible vivir en el odio eterno!