Caso Abierto - Información

Caso Abierto - Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Pensar en el abismo

Noticias como las de ayer nos hacen mirar al abismo pero, como decía Nietzsche, con la inquietud de que el abismo también mira dentro de nosotros cuando nos asomamos al horror. Especialmente, cuando ese horror nace dentro de la propia familia. Que aquí al lado, en una sociedad aparentemente avanzada como la nuestra, un hermano mate a su hermano o que un hermano deje embarazada a su hermana, apenas unos niños ambos, son hechos que paralizan. Que aterrorizan, incluso. Tanto como que un hombre maltrate a su pareja hasta asesinarla, que un hijo mate a su padre o a su madre, o que sea el progenitor el que acabe con su progenie. Es como si el horror que debería quedar ahí fuera, más allá del perímetro de protección que la familia tenía que crear y para el que seguramente se instituyó este vínculo de sangre, se colara dentro de ese espacio seguro y lo destrozara desde dentro. No es extraño que estas noticias den miedo y hagan que sintamos que el suelo se hunde bajo nuestros pies. O que nos susciten dudas sobre la solidez de un orden social sobre el que hemos construido nuestra civilización, pero que parece haber evolucionado poco en miles de años. Siempre estuvieron ahí Caín y Abel; Edipo, Layo y Yocasta; Abraham e Isaac. Hermanos fratricidas, hijos parricidas e incestuosos, padres infanticidas (aunque sea en grado de tentativa). Si la literatura, sagrada o profana, los creó es por algo, tal vez para recordarnos que el abismo está más cerca de lo que queremos pensar. Es llamativo tener que plantearse esto cuando pensadores tan autorizados como Steven Pinker nos están diciendo, con gran alharaca social, que tenemos razones para ser optimistas, para creer en que la Humanidad de ahora es mejor que la de hace siglos. Es posible que tenga razón. Pero cuando uno tiene que mirar al abismo, como ayer, no sabe qué pensar.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats