Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bartolomé Pérez Gálvez

Ser español

Soy un español corriente, aunque con los matices propios de los nacidos en el Mediterráneo, como canta Serrat. Nada que ver con esa burda imagen de lo «typical spanish» cultivada durante décadas. No tuve padre «toreador», ni madre bailaora. Tampoco pierdo el oremus por la sangría ni por el fútbol y, por supuesto, prefiero un arroz del senyoret o un buen caldero, antes que una desvirtuada paella con chorizo. Uno más del montón y, sin embargo, no acabo de verme reflejado en la descripción que, sobre nosotros, publica The Times bajo la firma de su experto en viajes, Chris Haslam. Por aquello de ejercer la autocrítica, voy a concederle cierta parte de razón. Ahora bien, minúscula si se compara con el amplio abanico de barbaridades que nos atribuye en su panfleto dominical. Mal rayo le parta.

En esto de los estereotipos sobre España y los españoles, llueve sobre mojado. Recuerden que hace apenas un año, Jeroen Dijsselbloem ?ex presidente del Eurogrupo- nos acusaba de gastarnos el parné en alcohol y señoras. Ahora le toca el turno a este hijo de la Pérfida Albión, que se permite definirnos como groseros, impuntuales, sucios, hambrientos y malhablados. No cabe recurrir al peculiar sentido del humor británico para justificar tanta estupidez. Por cierto, lo realmente llamativo es que Haslam considere a sus compatriotas como ejemplo de los buenos modales, atribuyéndoles las virtudes de la cortesía, la discreción y el decoro. Y es que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Nuestra relación con el Reino Unido nunca ha sido especialmente fraterna. Algún motivo justificará que sean los europeos que nos miran con peores ojos, según apunta el último Barómetro sobre la Imagen de España publicado por el Real Instituto Elcano. Por nuestra parte, no deberíamos olvidar que un pequeño trozo de nuestra geografía sigue siendo una colonia del imperio de Su Graciosa Majestad, Isabel II. En este país somos tan completitos que sufrimos por igual el separatismo catalán que el imperialismo británico. Porque, mientras no acabe flotando a la deriva en el Canal de la Mancha ?situación harto difícil de suceder-, Gibraltar seguirá siendo parte de España.

Volviendo al artículo de marras, uno se pregunta si realmente somos tan sucios, maleducados, vagos y demás. Y como hay estadísticas para todo, basta con bucear un ratito entre ellas para encontrar respuestas. Por empezar con un parámetro clásico, ni de broma curramos tan poco como algunos creen. Con un promedio de 1.696 horas anuales, el trabajador medio español dedica más tiempo a sus obligaciones laborales que la mayoría de los europeos ?incluidos, por supuesto, los británicos-, llegando a superar a noruegos y daneses en un 20%, o a los alemanes en un 24%. Otra cosa es nuestra eficiencia pero, en cuanto a dar el callo, ciertamente lo damos.

Cambio de tercio. A un obsesivo de las duchas, como lo es un servidor, le duele que se nos catalogue de guarretes. Cierto es que el bolsillo no llega para ir tirando de Chanel o Loewe todos los días, pero de ahí a oler a «Eau du Sobac» hay un rato. Vaya, más que nada porque los españoles cumplimos tan adecuadamente con nuestra higiene personal que, incluso, destacamos por ello. Somos de ducha prácticamente y solo quienes viven en países bastante más cálidos -como México, Brasil o Colombia- nos ganan a la hora de ir bien lavaditos. A los británicos, por cierto, les basta con darse un agua cinco días a la semana. Sudarán poco.

La falta de puntualidad es algo que molesta especialmente a los anglosajones. Es un rasgo propio de su carácter que, en ocasiones, llega a ser patológico. Esta semana dimitía Michael Bates, miembro del gobierno británico, avergonzado ?sí, avergonzado- por haber llegado ¡dos minutos tarde! al Parlamento, retraso que le impidió responder a una pregunta de la oposición. Lo dicho, una puntualidad enfermiza. Aquí sí hay motivo para la autocrítica porque nosotros ?como todos los latinos- andamos bien rezagados en el ranking de llegar a tiempo a una cita. Nos tomamos las cosas con más calma; en ocasiones, incluso con excesiva tranquilidad. Ahora bien, si el tal Haslam se hubiera molestado en documentarse, sería consciente de que es un asunto asociado al orden en el que cada sociedad realiza sus actividades y a la prioridad que le otorga a cada una. Nada que ver con la informalidad, sino simple interés por no estresarse.

Dicen también que no tenemos modales. Por supuesto que estamos muy alejados de la educación que exhiben los asiduos a las carreras de Ascot, pero somos bastante más correctos que los ingleses que andan a cuatro patas por Salou, Magaluf o Benidorm. Tiene cojones -¡uy, perdón!- que la crítica venga de parte de quienes son considerados como los peores turistas del mundo. Por ello, no deja de ser grotesco que The Times considere que los españoles somos groseros y maleducados. Miren por dónde, también hay algún estudio que nos dejan bien parados a este respecto. Según Skyscanner, son los franceses, rusos y británicos quienes exhiben peores modales; los españoles nos situamos en un modosito sexto puesto. Vaya, que hay que ir mejorando, pero que no nos den lecciones quienes están para recibirlas de nosotros.

A pesar de todo, el derroche de calificativos que nos dedica Haslam tiene su parte positiva. Hay que reconocer que hemos abandonado algunas normas básicas de educación. Lo de la puntualidad, aunque socialmente justificable, habrá que mejorarlo. Como también deberíamos abandonar esa tendencia a la telebasura. Ah, y ser algo más gritones, que no todo lugar debe acabar convirtiéndose en un mercado. Y, por supuesto, recobrar la sana costumbre de solicitar las cosas por favor, así como de agradecerlas.

Puestos a mejorar, comencemos por la autoestima ¿Sabían que somos el único país avanzado que tiene peor consideración de si mismo que la que recibe del exterior? Valorémonos un poquito más, que esto sí es serio y no las tonterías que se leen por ahí. Porque ser español no es defecto, sino virtud. Ténganlo claro.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats