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Análisis

Pere Rostoll

Un alivio para el Consell

La fulminante destitución de Julià Álvaro como número dos de Medio Ambiente retira de la circulación a uno de los altos cargos más polémicos ahora que el Botànic quiere ofrecer su perfil más moderado en plena crisis del PP

Cuando arrancó la legislatura del Consell del Botànic en junio de 2015, dos dirigentes políticos se tuvieron que conformar con el cargo de secretario autonómico cuando en realidad apuntaban a conseller. El socialista Miguel Soler en Educación. Y Julià Álvaro, uno de los «jefes» de la rama verde de Compromís, en Medio Ambiente. Un puesto del que, cuando resta menos de año y medio para el final del mandato, ha sido relevado de forma fulminante con el visto bueno de la consellera Elena Cebrián, la aprobación de los dos principales partidos de Compromís -Bloc e Iniciativa-, de la vicepresidenta Mónica Oltra y del propio Ximo Puig. Nunca la destitución por sorpresa de un alto cargo había generado tal grado de unanimidad.

Hace tiempo que Álvaro se había convertido en un lastre para el Consell y también para Compromís. Sus continuos encontronazos con la consellera Cebrián de perfil más técnico y moderado, su boicot a grandes inversiones en Puerto Valencia o la construcción de un teleférico en Benidorm, el relevo en la dirección de la empresa pública Vaersa o el escándalo de las basuras que llegan a la planta de Xixona sin tratamiento con la pasividad del Consell -denunciado hace unas semanas por este periódico- son sólo algunas secuencias de la gestión de Álvaro. Pero son dos las cuestiones que han ejercido como detonante para su salida como número dos de Medio Ambiente. La deslealtad, apuntan fuentes de Compromís, durante la negociación del presupuesto de la Generalitat para 2018 cuando alimentó a Podemos -necesitado de dar visibilidad al liderazgo de Antonio Estañ- para impulsar un criticado sistema de recogida de envases -otra de sus iniciativas más contestadas- además, sobre todo, de la implantación de la tasa turística, a la que se oponía todo el sector empresarial. Y la gota que colmó el vaso: «puentear» a la consellera en la reunión de secretarios autonómicos de esta semana con proyectos que ni siquiera conocía su superior directa.

El jueves por la tarde, a menos de 24 horas de su destitución, desde la conselleria aún remitían agenda de Julià Álvaro con actos previstos después de la reunión del gobierno, señal inequívoca de que la decisión se tomó a raíz de ese nuevo desaire a Elena Cebrián y como consecuencia de un cúmulo de actuaciones que han agotado la paciencia de casi todos. Ese relevo, en todo caso, facilita la estrategia del Consell para la recta final de la legislatura. Queda retirado de la primera línea uno de los altos cargos que podía alterar la imagen que pretende ofrecer el gobierno del Botànic durante los próximos meses. Puig y Oltra quieren trasladar su perfil más moderado e institucional frente a la crisis del PP por los casos de corrupción y a la imagen de «recambio» en la derecha a la que se encomienda Ciudadanos. Todo con un único fin: garantizar la reedición de una segunda versión del Botànic a partir de 2019. «Se trata de mantener el tono de la gestión y de no cometer errores de aquí hasta las elecciones», definió de forma gráfica un alto cargo vinculado al gobierno. Y para ese objetivo, Julià Álvaro se había convertido en un gran obstáculo.

Pero también supone un alivio para Compromís. El Bloc e Iniciativa estaban de acuerdo en que, a día de hoy, Álvaro era un problema. Y ven, más allá de que dan por hecho que el ya exsecretario autonómico se enrolará en Podemos junto a algunos militantes de su formación Verds-Equo, que la maniobra es una oportunidad para reconstruir esa pata de Compromís. Recuperar a históricos ecologistas -el nombramiento del nuevo número dos de Medio Ambiente, Fran Quesada, apunta en esa dirección- a los que Julià Álvaro purgó, además, de buscar nuevos referentes en colectivos «verdes» asentados en Villena o en la Vega Baja. Todo ya para 2019.

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