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Puigdemont, escribe

Tal vez el gran legado político que Carles Puigdemont va a dejar para la posteridad pueda resumirse en cinco palabras: tened cuidado con el Whatsapp.

A lo mejor esos whatsapp son un anticipo de sus memorias, que por lo leído podrían ser melancólicas, de tono confesional y tristón, derrotistas. No es que sean las Cartas desde mi celda de Becquer pero suponen al menos que ya no lo tengamos por ágrafo. O sea, Puigdemont, que va de periodista por la vida, no escribía ni daba una noticia, aunque generaba muchas, que es otra cosa. Tal vez Puigdemont haya encontrado su verdadera vocación, la de memorialista, dietarista, escritor o al menos, whatsapero. Tened cuidado con el whatsapp, bien podrían decir él y Comín, el botarate consejero exiliado, que fue del PSC y ahora es de ERC, que se resiste a dimitir y que se puso a leer los mensajes de Puig a poca distancia de un cámara avispado que hizo dos cosas: grabar y buen periodismo. No es fácil.

Como bien ha dicho Arcadi Espada, el periodista está legitimado para mirar por la cerradura si cree que detrás está pasando algo de interés público. Lo que no puede es inventarse la realidad que ve por esa cerradura o alterarla. Eso es otra cosa.

El cámara de Ana Rosa vio, grabó y difundió. Bien. Supongo que a los que el «Luis sé fuerte» de Rajoy a Bárcenas les vale como asunto probatorio y de debate público, también verán válidos los whatsapp entre Puigdemont y Comín, al que algunos, en una teoría singular de la conspiración, acusan de haberse dejado grabar a conciencia. Yo creo que la cosa es más simple: Comín no es muy avispado. El cámara, sí.

Las nuevas tecnologías son tan útiles que sirven para cargarse el procés. No el sentimiento independentista. Pero la deriva golpista quizás sí. Yo propongo que a el president huido (dice El País que pronto todos serán inhabilitados por el Supremo) le paguemos el teléfono a escote los españoles a cambio de poder ver sus whatsapp. Los que envíe a su mujer o a un primo filatélico de Móstoles no me interesan, pero yo me abonaría a los whatsapp de él con otros políticos indepes. Serían una gozada, si bien algo conducentes a la desidia o el encame en ocasiones.

Apostaría por recibirlos a la noche, dado que un «esto se ha acabado» es frase que al leerla nos puede propiciar hacernos un vasito de leche y meternos en la cama consolados, en paz, tranquilos de espíritus, con la sensación de haber completado afanes del día. Pero si lo recibimos por la mañana podemos quedar noqueados, desconcertados, cominizados como Comín a veces.

Puigdemont tiene una línea de negocio, una vía de ingresos, un modo de vida desde ya: creador de contenidos de pago. El contenido son sus confesiones políticas. El medio de propagación, el telefonito y la televisión. Puig, escribe. Niño, graba.

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