Una vez más la negra sombra del franquismo ha conseguido adquirir protagonismo en la España democrática del siglo XXI. A pesar de que la mayoría de la población española no conoció la dictadura militar que durante casi cuarenta años dirigió las vidas de los españoles, sus efectos siguen anclados en buena parte de los españoles que no terminan de comprender que cualquier clase de monumento recordatorio de la Guerra Civil española o laudatorio del golpe de Estado de 1936 debe ser retirado de los espacios públicos.

Nos referimos a la controversia que se ha creado a propósito de la retirada, hace unos días, de la Cruz de los Caídos de la plaza central de la población alicantina de Callosa de Segura. Vaya por delante nuestro máximo respeto por cualquier clase de religión que se quiera practicar en España y de manera especial a la religión católica por cuanto es objeto de una regulación específica en la Constitución Española fruto del periodo histórico en el que fue aprobada la Carta Magna y consecuencia también de la influencia que ha tenido siempre la Iglesia Católica en España. Pero al mismo tiempo que reconocemos esta presencia acentuada en la España actual por las circunstancias que sean, una cosa es garantizar el acceso a la religión católica en colegios así como tolerar su participación en actos civiles que, a priori al menos, no le incumben, y otra cosa muy distinta es que la Iglesia Católica y sus partidarios traten de saltarse la ley a su antojo o lo que es peor decidir qué tiene la consideración de norma obligatoria según su leal saber y entender.

La cruz que el Ayuntamiento de Callosa pudo por fin retirar tras dos sentencias favorables en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica y después del inexplicable motín de un pequeño grupo de ciudadanos del pueblo que consiguieron que la cruz permaneciese algún tiempo más gracias a una acción comisiva que, al parecer, no pudo ser impedida por parte de la autoridad competente, esta cruz, repito, distaba mucho de ser un elemento de simple representación católica tal y como se ha asegurado por parte de los partidarios de que siguiese en el mismo lugar. Y decimos esto porque, en primer lugar, hay que recordar el contexto histórico en que fue colocada, es decir, en 1940, recién terminada la Guerra Civil española. El día de su inauguración y tras el habitual desfile de falangistas con el brazo bien en alto se homenajeó a un grupo de callosinos muertos en la guerra y, sobre todo, a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, partido de clara inspiración nazi en el que se apoyó Franco durante su dictadura. En segundo lugar, porque por si cabía alguna duda sobre su significado de exaltación franquista y guerracivilista hasta el año 2016 se mantuvo en la cruz una mención a Primo de Rivera y los habituales escudos de yugos y flechas característicos de la iconografía falangista y franquista, también de clara inspiración nazi. Y en un tercer lugar, cabe recordar que durante los casi 80 años en que estuvo al lado de la puerta de la Iglesia de Callosa fue habitual punto de encuentro para paradas seudomilitares protagonizadas por partidarios del régimen y una vez reinstaurada la democracia por nostálgicos de la dictadura.

Existían por tanto numerosas causas para incluir esta cruz en el catálogo de objetos de exaltación franquista de obligatoria retirada según establece la llamada Ley de Memoria Histórica y que el actual Gobierno del Partido Popular no se ha atrevido a derogar pero sí a dejar sin efecto en lo que a recuperación se refiere de los miles de cuerpos de las centenares de fosas que pueblan España al haber retirado la totalidad de la cantidad presupuestada para tal fin.

No hay que olvidar que el principal impulsor de la división entre españoles durante la dictadura franquista fue precisamente el propio régimen capitaneado por Franco. Continuas alusiones a la victoria y al espíritu del 18 de julio fueron las principales ideas que repitió un régimen que durante 40 años de dictadura jamás dejó vislumbrar un atisbo de reconciliación. Aunque la amalgama de partidos tanto del interior como del exterior que formaron la oposición democrática propugnó ya desde finales de los años 50 por un regreso a la democracia sin ajustes de cuentas por parte de aquellos que habían sido perseguidos y despojados de sus trabajos y bienes, el régimen franquista recordó y aplaudió el golpe de Estado de 1936 hasta el último momento.

Bien pudo el representante de la Iglesia Católica en Callosa haber retirado hace mucho tiempo de la Cruz de los Caídos las alusiones al falangismo y, ya puestos, cambiar el nombre de la cruz. Ahora es tiempo de cumplir la ley por parte de la iglesia de Callosa así como por los nostálgicos del franquismo que, por lo que hemos visto en las imágenes televisivas de las protestas contra su retirada, abundan todavía en este pueblo alicantino y no de entorpecer la acción del Ayuntamiento de Callosa en orden a conseguir la definitiva superación del episodio más negro de nuestra reciente historia.