Imagino que si les hablo de Albert Einstein no hace falta ninguna presentación más. Si acaso les diré, por continuar con el hilo conductor de esta sección, que suele ser una obra literaria, que el genial físico, aparte de tratados de carácter científico, también escribió obras de divulgación para que los interesados en la física, pero que no manejaran el aparato teórico y matemático de esa disciplina, pudieran tener acceso a sus postulados. En esta categoría se inscribe su obra de 1916 Sobre la teoría de la relatividad especial y general, descrita por el propio Einstein como «un librito».

Los coetáneos de Einstein, en muchos casos, no estaban preparados para asumir sus teorías, pues suponían una ruptura radical con los principios de la física que, hasta entonces, se consideraban inamovibles. No obstante, con el paso del tiempo, las teorías que su genial intelecto predijeron se han visto constatadas en numerosos experimentos. Objetos tan cotidianos en nuestra sociedad como los dispositivos GPS no podrían funcionar sin la aplicación de la Teoría de la Relatividad Especial; esta teoría propugna que la medida del tiempo tomada en los satélites geoestacionarios no está sincronizada con la tomada en la Tierra, debido a la dilatación del tiempo que Einstein aseguró, de manera teórica, que se produciría.

Einstein también es muy popular por ciertas frases que pronunció o que, al menos, se le atribuyen. Una de las más conocidas es aquélla en la que afirmaba que «Dios no juega a los dados con el Universo». Esta sentencia nada tiene que ver con creencias religiosas. Lo que el físico pretendía con esa metáfora era refutar ciertas teorías de la mecánica cuántica que defendían la existencia de elementos aleatorios en el Universo. De hecho, Einstein nunca aceptó, entre otras cosas, el principio de incertidumbre de Heisenberg y mantuvo serias discrepancias con el físico alemán a lo largo de toda su vida.

Yo, como Einstein, tampoco creo en las casualidades. Por eso, al leer la semana pasada, en este diario, las quejas de algunos colectivos sobre la configuración del nuevo Consejo Escolar Municipal (CEM) de Elche, me asaltaron ciertas dudas. Dudas que las explicaciones ofrecidas desde el Ayuntamiento no han conseguido disipar.

Lo primero que llama la atención es que desde la Concejalía de Educación se ponía como pretexto para modificar la composición del CEM un supuesto exceso de representación de la enseñanza concertada respecto de la pública. No obstante, el colectivo que ha elevado, de manera formal, su disconformidad con la forma en que se ha procedido ha sido la FAPA Gabriel Miró. Esta federación de padres es, precisamente, la organización mayoritaria en Elche dentro de la escuela pública. Si a ello añadimos el hecho de que en su antigua configuración el CEM ya contaba con una mayoría absoluta de representantes de la escuela pública (18 a 10), la excusa dada carece de todo fundamento.

Para contextualizar la cuestión, les explicaré que el CEM tiene una composición que fija la ley, en concreto el Decreto 111/1989 del Consell. Esa norma establece que el presidente del CEM será el alcalde o concejal en quien delegue; que los profesores serán designados por sus organizaciones sindicales; los directores de centros serán elegidos por y entre ellos; y que los padres de alumnos serán designados por sus organizaciones o asociaciones, en atención a su representatividad.

En todos los sectores se ha cumplido con lo estipulado por la normativa vigente salvo, como denuncia con toda la razón la FAPA Gabriel Miró, en el caso del sector de padres. En este caso se ha cometido una verdadera arbitrariedad, pues la elección de los miembros del sector de padres, cuya valía no discuto, se ha hecho de una forma totalmente opaca y sin contar con las federaciones de padres que existen en Elche: la propia FAPA Gabriel Miró, que ha destapado el caso, y la FAPA Enric Valor.

Si los profesores han sido designados por sus sindicatos, ¿por qué los padres no lo han sido por sus asociaciones? ¿Cuál ha sido el criterio a la hora de designar a los miembros electos en detrimento de otros? ¿Representan, con todos mis respetos, estos padres a toda la comunidad educativa de Elche, o sólo a sus centros?

Demasiadas preguntas cuya respuesta quizás jamás obtengamos. Señora Macià, en una ocasión, se dice, quizás sea una leyenda urbana, estaba dispuesta a dirimir un empate a votos en el seno del Consejo Escolar Municipal lanzando una moneda al aire; si esa es su forma de proceder, sin duda a usted no se le puede aplicar la frase de Einstein sobre el azar, sino la de Stephen Hawking: «Dios no sólo juega a los dados, sino que a veces los arroja donde no puedan ser vistos».