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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Ni una sola crítica al Rey

Se ha desatado una feroz competición por escribir el artículo más ditirámbico de canonización de Felipe VI, pese a que su reinado acaba de empezar. Habría que remontarse a los elogios desmedidos a otro destacado político español, llamado Juan Carlos I, para hallar un parangón con el entusiasmo desatado por el primer medio siglo del actual Jefe de Estado. En el precedente paterno, la ceguera analítica propició errores no siempre inofensivos como la Infanta y el elefante, que dieron al traste con la imagen del anterior titular de la Corona. Un nivel consistente de crítica hubiera frenado tal vez la erosión de cuatro décadas de reinado. Nadie ha escarmentado.

Ni una sola crítica al Rey. Es decir, ningún artículo que introduzca una perspectiva valiosa. Esta uniformidad de los grandes columnistas excita el clamor del populacho, que hoy dispone de derecho de réplica en las redes sociales para dar rienda suelta a su enojo comparado. El resultado se traduce en el divorcio entre opinión pública y publicada. Para consuelo de los moderados, ni los exégetas desbordantes del monarca ni los incendiarios electrónicos se toman demasiado en serio sus propios dictámenes. Basta plantear a ambas trincheras una pregunta elemental, ¿qué dirían de cualquier otro Rey? Exactamente lo mismo. La postración y la cremación obedecen a una indigencia intelectual compartida.

El Rey carece de brazos para agradecer tanto empalago, pero los comentaristas pugnan por las migajas de un WhatsApp complaciente y complacido de palacio, que circularán entre sus amistades como si de un título nobiliario se tratara. Después se encelarán a ponderar Los archivos del Pentágono, basada en el escrutinio sin piedad a los Jefes del Estado. Ya que nadie me lo ha pedido, hay errores de Felipe VI que lo hipotecan a largo plazo. Entre ellos, la renuncia a un discurso propio, la aceptación de que Rajoy le impusiera el momento en que sería presidente, y su mención injusta por generalizada a Cataluña en Davos. La monarquía no es el régimen de los cortesanos, esos trituradores de reyes.

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