Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El auge de los biocombustibles

La utilidad de los productos de desecho para generar energía ecológica

Estos días los medios de comunicación divulgaron la noticia de que una parte de la flota de los 9.500 autobuses de Londres utilizará un nuevo biocombustible o biocarburante, que tiene la particularidad de estar elaborado sorprendentemente a partir de posos de café. Los característicos London buses de dos pisos y pintados con un llamativo color rojo se convertirán en "buses verdes", es decir, más respetuosos con el medio ambiente y que, con seguridad, reducirán el "smog" que con harta frecuencia encapota a la ciudad inglesa. Señalar que en el Reino Unido no solo se consume té, pues se generan unas 200.000 toneladas de sobras de café molido, enorme cantidad que terminaba en los vertederos, emitiendo grandes volúmenes de metano. Para paliar ese desaguisado la compañía británica Bio Bean, en colaboración con la conocida empresa de hidrocarburos anglo-holandesa Shell y la Argent Energy (pionera en promover biodiésel en el Reino Unido), consiguieron crear el denominado B20 combinando los residuos de café rescatados con diversas grasas. El agotamiento de las reservas, junto al cuestionamiento del carbón, gas natural y petróleo, favorece el que cada vez esté más en boga la utilización de restos variopintos como fuente de energía. Estas "gasolinas" de origen biológico constituyen una mezcla de sustancias orgánicas procedentes de especies de uso agrícola o forestal, a las que se añaden otros componentes en cantidades variables. Su propósito es sustituir a los combustibles tradicionales, con la ventaja que aportan de ser biodegradables, ecológicos y renovables. De una manera generalizada, para fabricar esta novedosa tipología de recursos energéticos se recurre a numerosos insumos ricos en sacarosa (caña de azúcar, remolacha, etc.), almidón (maíz, patata, etc.), celulosa (madera y despojos agrícolas), aceites vegetales (entre ellos colza, girasol o soja), grasas animales e incluso aceites ya usados. Un caso particular de materia prima se sustenta en la biomasa formada a base de desechos orgánicos, entre los que se encuentran los excrementos de animales y los purines del ganado bovino; a ellos hay que añadir los sobrantes de la industria agroalimentaria: lodos de depuradoras lácteas, "magaya" derivada del prensado de la manzana para hacer sidra, patatas podridas, remanentes de la fabricación de cerveza, etc. Una pujante línea de investigación está orientada a servirse para estos fines de algunos tipos de algas ya que, a diferencia de los biocombustibles basados en cultivos, no implican una disminución en la producción de alimentos al no requerir ni suelo ni agua fresca. El uso de algas presenta muchas ventajas, entre ellas la reducción de gases de efecto invernadero (hasta el 90 por ciento), conseguir tasas de crecimiento altas y tiempos de generación cortos, además de poseer un alto contenido en lípidos y ácidos grasos. De igual modo, se ensaya con hongos unicelulares de los que se pueden aislar grandes cantidades de lípidos potencialmente convertibles en biocombustibles. Algunas especies ostentan la capacidad de convertir celulosa en hidrocarburos. Asimismo, las pesquisas actuales se centralizan en la flora microbiana que habita en el tracto gastrointestinal de una gran variedad de animales. Se ha demostrado que una cepa de la bacteria clostridium es capaz de convertir casi cualquier tipo de celulosa en bioalcohol; igualmente, modificando genéticamente la bacteria E. coli se puede crear una cepa especial que origina un combustible casi idéntico al usual. En España poseen un predicamento notable tres biocombustibles: biometanol, biodiésel y bioetanol. El metanol extraído de biomasa, es una sustancia tóxica que se emplea como deflagrante alternativo para motores de combustión interna, esencialmente en los coches de carreras. El biodiesel, un líquido que se obtiene de lípidos naturales, tales como aceites vegetales -usados o sin usar- o grasas animales, contiene una cantidad reducida de carbono y más alta en hidrógeno y oxígeno que el diésel corriente, lo que mejora la combustión y reduce las partículas de emisión de carbono no quemado. El bioetanol -del que es un gran fabricante nuestro país- proviene de la fermentación alcohólica de azúcares procedentes de un sinnúmero de plantas (maíz, caña de azúcar, remolacha y algunos otros cereales). Una de las fuentes más prometedoras para su obtención es la celulosa vegetal no estimada rentable, por ejemplo residuos de procesos agrícolas, forestales o industriales. Esta mercancía está sujeta a controversia, ya que por un lado es considerada como un recurso energético potencialmente sostenible, con evidentes ventajas medioambientales, y por otro es la responsable de agresivas deforestaciones y del aumento del precio de determinados alimentos. Especialmente, los más aprovechados son los dos últimos, pues reducen entre un 40 y 80 por ciento las emisiones de dióxido de carbono respecto a los combustibles convencionales, no emiten dióxido de azufre y disminuyen las partículas en suspensión, metales pesados, monóxido de carbono y otros volátiles nocivos. Tanto la utilización para estos menesteres de cultivos vegetales comestibles, como el cambio de uso de tierras dedicadas al cultivo de vegetales destinados a producir los aludidos biocombustibles, conllevan una serie de impactos ambientales negativos al provocar la deforestación o desecación de terrenos vírgenes. Su gran difusión en los países desarrollados hace que en áreas específicas del planeta no tan prósperas, se estén destruyendo sus espacios naturales para destinarlos a plantaciones con vistas a hacer biocarburantes, disminuyendo así el enorme potencial de purificación del aire que aportan las selvas tropicales y los bosques nativos. De lo expuesto se deduce el enorme interés de la comunidad científica y de la industria moderna por lograr métodos de elaboración eficientes, económicos y deferentes con el medio ambiente. Es esencial encontrar cultivos respetuosos con la cadena alimentaria que posean, al mismo tiempo, un potencial de rápido crecimiento, alto rendimiento en biomasa y balances energéticos positivos. La sociedad debe comprometerse en compatibilizar el usufructo de la naturaleza con su conservación a ultranza.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats