Ahí sigue enrocado en su error primigenio de querer ser alcalde a toda costa, como fuera. Aunque su candidatura no fuera la más votada de entre las presentadas, aunque su candidatura fue la menos votada de su partido desde la recuperación de la democracia, aunque su candidatura fue la de menor número de concejales de su partido desde la misma fecha. Y, claro, así le han ido las cosas, así nos han ido las cosas a los alicantinos. Se empecinó en gobernar la ciudad con un tripartito en el que las desavenencias y los desencuentros, además de la visible y recíproca antipatía entre los cabezas de lista, eran más contundentes, más numerosos que los lazos que les pudieran unir: no dejar gobernar a la derecha que, además, les había vuelto a ganar a todos y cada uno de ellos. El parto venía mal, y como era de esperar, a la criatura solo le dio para pasar con apuros la mitad de la legislatura. Saltó en pedazos el tripartito y ahora están echándose culpas y destapando vergüenzas para sonrojo de los vecinos que han tenido que aguantarlos con la estoicidad que les caracteriza.

La prosecución ha sido una constante en Echávarri. Obstinado ha seguido pasara lo que pasara con sus socios y sin ellos. Terco ha proseguido su camino lleno de minas amigas sin tener en cuenta las consecuencias, sin ver que sus decisiones las soportaban en sus espaldas los vecinos, que aprendida la lección pensarán mucho y más a la hora de votar en el próximo proceso electoral. Resistir, perseverar en el error, mantenerse en la prosecución de lo comenzado, contumaz sin enmienda a sabiendas de la fragilidad del sostén de sus socios, que le han dejado columpiarse hasta caer al vacío, ha sido un craso error que más pronto que tarde le costará su endeble liderazgo en el socialismo alicantino, cuando además Puig, que bastante tiene con equilibrar el pacto del Botànic y mirar de reojo a Ferraz, está del alcalde alicantino hasta la coronilla. De hecho, en la agrupación alicantina ya comienzan a moverse los familiares de los clanes para posicionarse ante la más que segura sucesión tanto en la Secretaría General como en la confección de un nuevo candidato que haga olvidar al antiguo militante de Unión Valenciana.

Pero él, erre que erre, da la impresión de que desde su irritante contumacia puede llegar a pensar que los votantes alicantinos están hechos de la misma pasta que los que siguen irredentos a los líderes separatistas catalanes, que les continúan votando hagan lo que hagan, digan lo que digan. A diferencia de ellos, por estos lares quien la hace la paga, y si no que se lo pregunten a los populares que tras muchas mayorías absolutas han pasado, aun manteniéndose en cabeza, a unos exiguos ocho concejales. El honorable acto de la dimisión y volver a su trabajo de letrado ya no se espera a estas alturas, a no ser que los jueces le condenen por sus dos causas pendientes de juicio antes de que los ciudadanos seamos llamados nuevamente a las urnas. Ya no esperamos actitudes en pro del servicio público de Echávarri, estamos acostumbrados a que algunos de los servidores como él se sirvan de los recovecos de reglamentos, ordenanzas u otras legislaciones para conseguir el fin que parece haberles animado a alcanzar los más altos puestos de representación en las instituciones: su propio beneficio.

Ha conseguido desazonar el ánimo de los alicantinos. Desabrido el ciudadano viene contemplando con estupor cómo los que hasta hace pocas fechas se repartían el gobierno de la ciudad, se echan ahora los trastos a la cabeza con frenesí inusitado. Todos acusan a todos de haber hecho las cosas mal, todos se sienten engañados, todos mintieron, todos se dedicaron a embaucarse mutuamente. El empeño de su prosecución con un exiguo y fatuo gobierno en minoría mínima, no justifica en absoluto la frase para monolito en sede de Pintor Gisbert que Echávarri pronunció solemne cuando se quedó más solo que la una: «Mientras haya un socialista en pie en esta ciudad, no gobernará el PP». Lapidaria como la que previsiblemente profiera alguno de sus muchos rivales o enemigos políticos cuando abandone, por fin, la Alcaldía y quizás el mundo de la política.