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Dudas y certezas

Lo que el Gobierno ha ganado al presentar el recurso al Constitucional

El laborioso e imaginativo auto muñido por el TC el sábado ha alimentado una lluvia de descalificaciones sobre el Gobierno por presentar, se acusa, un recurso precipitado contra la investidura de Puigdemont. Pero también ha dejado algunas dudas y certezas de las que puede extraerse luz sobre lo atinado de esas descalificaciones. Las dudas se abren con una pregunta sobre las causas que movieron a Rajoy a anunciar que no recurriría el pleno de investidura y a su vicepresidenta a enmendarle a las 24 horas. ¿Fue maniobra de prestidigitador o en ese tiempo ocurrió algo que se ignora? Segunda duda: ¿era consciente el Gobierno de que el Consejo de Estado desaprobaría un recurso preventivo pregonado con megáfono y, a la vez, avalaría las dudas legales del Ejecutivo, expuestas como simple coletilla, sobre una investidura telemática o delegada? Puede que haga falta tiempo para despejar la primera duda. En cuanto a la segunda, son las certezas las que se encargan de hacerlo. El auto del TC ha sacado del limbo jurídico la investidura telemática o por delegación para, rotundamente, prohibirla. No sólo eso, también ha desbaratado toda ilusión de Puigdemont de acceder en secreto al Parlament, ser investido y, acogiéndose al fuero, atrincherarse allí. Si antes de ir a la cámara no se entrega, no hay mus. Mover ficha antes de tiempo ha obligado, pues, al Gobierno a encajar dardos, pero le ha evitado tener que moverla con retraso para anular investiduras fantasmáticas. De paso, la pelota queda en manos del presidente del Parlament y de ERC, la gran enemiga real de un Puigdemont que es su único obstáculo para recuperar el Govern. Si Torrent hace caso omiso, añadirá al procés un nuevo capítulo de desobediencia que ERC no desea. Si, en cambio, opta por aplazar el Pleno, siempre podrá aducir la conveniencia de apurar los diez días que el ingenioso TC le brinda para alegar. Y que el reloj corra contra Puigdemont.

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