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Música Crítica

De París a Berlín vía Países Bajos

Ogg-Hazelzet - ADDA

Jacques Ogg, Clavecín. Wilbert Hazelzet, Traverso. Obras de J.M. Hotterterre, P. Philidor, J.M. Leclair, J.S. Bach, C.P.E. Bach y W.F. Bach.

Y así de repente y casi sin avisar, el pasado sábado 27 de enero, entró por la puerta de la Sala de Cámara del ADDA la primera línea mundial de la interpretación de música antigua. Estas cosas si te pillan desprevenido te proporcionan una sorpresa difícil de olvidar. Incluso a mí, que prevenido llegaba, me resultará difícil de hacerlo. El artífice de dicha misión fue el dúo formado por el clavecinista Jacques Ogg y el flautista Wilbert Hazelzet; los dos neerlandeses y los dos con una trayectoria en interpretación con instrumentos originales desde los años setenta. El repertorio lo formaban, dividido en dos secciones claramente diferenciadas que ya dejaban ver el título del concierto «De París a Berlín», obras de compositores franceses y de la familia Bach. Esta diferenciación del origen de la música, más allá de responder a una intención gratuita o anecdótica, determinó una forma de hacerla en la que el carácter melancólico, sombrío en ocasiones, de la música francesa se vio claramente representado en el sutil fraseo, la justa libertad rítmica y la precisión en el silencio que supo desarrollar el dúo. Un dúo tan compenetrado, tan equilibrado en el respeto a la personalidad idiomática de cada uno de los instrumentos, que hizo música de un nivel y afinidad que no en demasiadas ocasiones se ve por muy grandes que sean sus componentes; es decir, aquí, por encima de las capacidades instrumentales de cada uno de los interpretes (que ya eran muchas) prevaleció la proporción impuesta por los compositores, fuera la que fuera esta. Sin duda, algo tendrá que ver en esto los, al menos que yo sepa, diez discos que han grabado juntos.

Y la personalidad de cada uno de ellos. Por ejemplo, el poder comunicador del clavecinista Jacques Ogg va más allá de su papel de intérprete al clave o al fortepiano (instrumento este último en el que también es especialista). Y es que entre obra y obra el señor Ogg dedicó unas palabras, en perfecto castellano, a describir la obra que iban a interpretar a continuación con una mezcla perfecta de información, elegancia y humor. Estas breves palabras sobre las obras, que hoy en día se ven reflejadas, no siempre, en los programas de mano, ganan en peso y en preparación sobre lo que se va escuchar cuando son los propios intérpretes los que las dicen.

Continuó la segunda sección con obras de Bach e hijos (incluidos los bises) en los que nos metimos de lleno en el ecléctico mundo barroco y preclásico alemán y en el que los intérpretes ofrecieron momentos de una intensidad inigualable como en el Adagio de la Triosonate en Sol mayor BWV 525 de Johann Sebastian Bach. Un concierto inolvidable en el que la emoción y el desenfado se presentaron cogidos de la mano en un equilibrio perfecto.

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