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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Valencia (no). ¿O sí?

Me gustan las lenguas y las palabras. A las que con mayor o menor fortuna hablo le añadiría otras dos o tres y desde luego me gustaría tener una fluidez y un acento impecable que está absolutamente fuera de mi alcance y talento. Cosa diferente son las imposiciones, sobre todo cuando ésta es tierra de aluvión y una parte enorme de la población no ha nacido aquí, con lo que es bastante estéril pedir peras al olmo. En la relación de los alicantinos con el valenciano hay tres fenotipos: los que lo hablan y lo entienden perfectamente; los que lo entienden pero no lo hablan porque rechazan sonar como un guerrero Sioux hablando con Gran Jefe Blanco y los que tienen la parte del cerebro donde están los idiomas dedicada a otros menesteres y no se enteran ni aunque le estén hablando en valenciano de aquí a la eternidad. Paralelamente están los talibanes de la lengua ?si no me entiendes, te den-, los que aceptan la diversidad, los que se resignan a perderse la mitad de la conversación por no quedar mal y los que se rebotan como pelotas de pimpón cuando no les hablan «en cristiano». Así es la cosa.

En Alicante hemos convivido sin grandes traumas con el conflicto idiomático. Quien quería, podía y sabía hablaba valenciano y quien no, pues tan feliz. Canal 9 retransmitía partidos en un valenciano muy peculiar y los que no les aguantaban ?que eran muchos, unos por el idioma y otros por la tendenciosidad agobiante y manifiesta- se ponía la radio para saber quién centraba a quién. En clase los niños daban valenciano y a lo mejor no lo practicaban jamás si en casa no se hablaba, pero una formación en otro idioma nunca sobra, entre otras cosas porque cuando hablas dos lenguas es mucho más sencillo aprender una tercera. Y, por supuesto, es cultura de aquí y esas cosas, vengas de donde vengas, hay que respetarlas y cuidarlas.

Es posible que desde que Compromís ha tocado pelo de poder en la Generalitat algunas cosas estén cambiando camino de la imposición. De momento he vivido alguna relación tensa en cierta institución cuando un conseller se ha empecinado en discursear en valenciano, siguiendo sus propias instrucciones. Es verdad que la cosa no ha ido a más porque tras la protesta se ha cambiado a la lengua franca en que la mayoría nos entendemos, pero sin la desaprobación de una parte del auditorio hubiesen seguido sus propias normas de estilo, y éstas les indican que hay que promover urbi et orbe el valenciano, estés en Vinaroz o en Almoradí. Y si cuela, cuela.

Hay un tema que me preocupa más y sé de muy buena tinta que desde ciertas instituciones se han mandado comunicaciones oficiales para quejarse. Parece ser que antes se enviaban los papeles oficiales en valenciano y en castellano y ahora en muchos casos sólo se reciben en la lengua vernácula. En teoría no pasa nada con una circular ordinaria en la que te informan que van a inaugurar un chorrito en el pueblo equis, pero otra cosa es el lenguaje jurídico en el que te puedes jugar tu hacienda por no entender muy claramente a qué se refieren con tal o cual término. O una convocatoria, o un requerimiento. Me cuentan que muchos abogados de Alicante para abajo y para el oeste se están volviendo locos con algunos decretos autonómicos donde si no dejan muy clara cuál es la trasposición al castellano de determinadas expresiones jurídicas valencianas obliga a hacer una consulta oficial pidiendo aclaraciones. Y como la Administración muy rápida tampoco es, pues pasa el tiempo, los plazos y la casa sin barrer.

Por cierto, de la rapidez de la Administración respecto del valenciano les cuento una anécdota que no es que me hayan contado, es que la conozco personalmente. ¿Saben cuánto tiempo necesita la Subdirección General de Política Lingüística para certificar el Grado Elemental de Conocimientos del Valenciano que piden en todas las oposiciones? Se lo digo yo: cuatro meses. Mientras tanto te dan un papelín, pero cuestionados acerca de su validez responden que en algunos sitios sí y en otros no. O sea, que es optativo y graciable, pero nadie te asegura que no pierdas una plaza por no aportar ese papel. Lo curioso del caso es que no tienen que buscar en sus registros si has cursado o no los estudios de valenciano en la escuela, los certificados los tienes que llevar tú. ¿Por qué tardan entonces cuatro meses?, misterios insondables que habría que consultar con Iker Jiménez.

No quisiera pensar que los nacionalistas valencianos hayan llegado a la conclusión de que si los catalanes han aumentado sus filas gracias al adoctrinamiento en las escuelas, la utilización de la TV3 y el recurso a la imposición lingüística, la misma táctica aquí conseguiría efectos similares. Sólo nos faltaba que la inexistente vertebración de la Comunidad se rompiera aún más por la lengua que utilizamos (o no) y que hubiese ciudadanos de primera ?hablando dos lenguas- y de segunda ?los pobres que sólo se manejan en español. Y escribo español a sabiendas de que mucha gente prefiere el término castellano, pero me temo que la Real Academia ha dejado muy clara la cuestión: «(español) resulta más recomendable por carecer de ambigüedad, ya que se refiere de modo unívoco a la lengua que hablan hoy cerca de cuatrocientos millones de personas». Y yo ?como hispano hablante obediente- procuro hacer caso a la RAE.

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