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Opinión

De marejadilla a marejada

El presidente de las pequeñas empresas de la provincia (Cepyme), Cristóbal Navarro, no da puntada sin hilo. Para la renovación de cargos (presidente incluido) de la Cámara de Comercio de Alicante, Navarro ha recordado a la Generalitat (tutora de ese proceso de elección) que la patronal CEV, demonizada por una parte de Alicante, no puede designar de forma directa a los ocho miembros del pleno cameral que su predecesora Cierval venía nombrando hasta su extinción. Por jerarquía, aduce el jefe de Cepyme, debe ser Cepymeval y no la CEV (ambas autonómicas y la segunda, heredera de Cierval), la depositaria de un privilegio que otorga a la confederación regional un papel muy relevante en el máximo órgano de gobierno de la Cámara.

Con la marejadilla habitual, las elecciones de esta entidad transcurrían de manera más o menos plácida, con el camino a la renovación allanado para su presidente, Juan Riera, sin oponente a la vista, y después de un ejercicio desgraciado para las patronales de Alicante tras la liquidación de Coepa. Días atrás, las alarmas saltaron entre el empresariado provincial al correr la especie de que Riera, que no tiene aún decidida su guardia de corps, contaba con Cristóbal Navarro para una vicepresidencia. Tal nombramiento (descartado ya, aseguran) escapaba a la lógica si tenemos presente hechos como que la empresa del responsable de Cepyme reformará el exterior de la sede cameral del antiguo Palas, una adjudicación que se antoja poco estética a escasas semanas de las elecciones.

Hagamos memoria. Propiciado por la CEV, el alicantino perdió en 2013 la presidencia de Cepymeval en favor de Castellón ante todo el empresariado de la Comunidad, congregado en Alicante. En su propia casa. Parece haber llegado la hora de responder a aquella humillación. Las razones jurídicas de Cepyme para que la CEV no moje en la Cámara son sólidas, pero no se conoce estrategia para después del torpedo. Y luego, qué. La puntada de Cristóbal Navarro es perfecta; el hilo, de oro. ¿Y el botón? ¿Dónde vas, bello botón, sin ropaje al que coserte?

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