Alguna vez he comentado que en los años noventa del pasado siglo podía haber sombras de duda en la hipótesis de cambio climático por efecto invernadero de causa antrópica. No teníamos suficientes datos, los indicios eran aún poco fundados, los modelos climáticos daban proyecciones algo exageradas. Resultaba, incluso, prudente ser crítico con los supuestos de dicha hipótesis. En 2017 ya no. Y lo peor es que aún hay científicos que siguen negando o minusvalorando el problema del calentamiento climático. Afortunadamente en nuestro país ya son anecdóticos los que siguen, erre que erre, diciendo que el calentamiento no se debe a la acumulación de gases de efecto invernadero, que todo es básicamente un problema de series climáticas y su efecto urbano, que son formas de decir con supuesto halo científico y escasa responsabilidad social que no hay cambio climático.

Estos días se ha dado a conocer el balance climático del año 2017, en el mundo y en España. No vamos a repetir los resultados. Se pueden consultar por internet y redes sociales con mayor detalle. Pero hay dos datos que comienzan a ser preocupantes. El año 2017 ha vuelto a ser uno de los más cálidos desde que hay registro meteorológico homologado y eso que ya no ha habido la influencia del fenómeno de El Niño, finalizado en el otoño de 2016, y además con un Sol muy poco activo. Y otro dato tanto o más llamativo, el agua del mar lleva años acumulando calor. Como media, 0,5º C en todo el mundo desde 1980, pero en nuestro Mediterráneo algo más de 1º C y en algunos sectores marítimos casi 2º C. Y aquí no hay efecto urbano sobre las temperaturas. Pero no, qué va, no hay cambio climático.