Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dedicarse a la política

La trascendencia del quehacer político no siempre coincide con el perfil de quienes se aplican a tan alto menester: la crisis de la representación encuentra en este tema uno de sus principales dilemas, aunque no se hable demasiado de ello.

Ambicionamos líderes inmaculados, sin pasado, bien formados, jóvenes, viajados, bellos, brillantes, simpáticos, con pico de oro y años cotizados en trabajos distintos a los políticos, y con alguna experiencia o sentido común. Dando por sentado que existan estos mirlos blancos, lo que les ofrecemos ni es una situación económica homologable a la que podrían encontrar en otras tareas, ni ninguna otra facilidad que pudiera compensar un peso de la púrpura traducido en asunción de complejas responsabilidades, quebraderos de cabeza o sapos tragados con el periódico de cada mañana. Tampoco les garantizamos un futuro razonable tras el paso por la política, porque las célebres puertas giratorias lo impiden hoy al suponer siempre la perpetración de graves delitos por quienes las atraviesen, aunque ni tan siquiera tengan la intención. Es decir: deseamos dirigentes de primera con sueldos de regional preferente, a los que condenamos además a rehacer su vida desde la casilla de salida cuando abandonan, mirándolos con lupa para impedir que puedan retornar al mundo laboral con alguna ventaja.

A este escenario ha de sumarse el riesgo jurídico que aceptan a diario, en forma de fiscalización judicial no ya por asuntos de naturaleza criminal, sino por cuestiones de mero matiz jurídico que resultan incluso discutibles en los terrenos legales especializados. Dos personalidades públicas de relieve me acaban de confesar que consagrarse ahora a la política constituye la mayor de las insensateces, aunque me lo manifestaron en términos no tan finos, sino abiertamente escatológicos.

De continuar este proceso, pronto descubriremos que la democracia deberá afrontar un serio problema, si es que no lo tiene ya delante. La generalizada carencia de candidatos con aptitud apropiada para formar parte de las listas electorales está ya a la vuelta de la esquina, quedándose en ellas, por la progresiva pérdida de sustancia ideológica de los partidos, solamente quienes sirvan como meros peones del entramado clientelar que pretenda sostener cada formación o de aquellos otros que no tienen ni oficio ni beneficio, y para ambas cosas resulta evidente que vale cualquiera que tenga forma humana.

Conozco a quien ha rechazado en diversas oportunidades dedicarse a la política al preguntar inocentemente por las condiciones laborales del puesto a ocupar. Le apetecía mucho hacerlo, pero quería conocer antes esos extremos. No perseguía tampoco ganar más dinero del que ganaba en su trabajo de origen, pero tampoco menos y desde luego no arruinarse. Cuando le facilitaron esa información detallada, no pudo más que declinar los ofrecimientos con dolor de su corazón, porque con esos sueldos no llegaba a fin de mes a pesar de tratarse de alguien sin altas capacidades económicas.

Si nos quejamos de que la clase política actual es corrupta, no me quiero ni imaginar qué sucederá cuando nos gobiernen quienes insisten en encarecer dedicarse a ella, devaluando las condiciones para el ejercicio de la función representativa y por esa vía disuadiendo a tantísimas personas de valía que nos podrían ser muy útiles para infinidad de temas.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats