Hace unos días vi caer a un hombre mayor en plena Glorieta. Enseguida fue socorrido por las gentes que por allí pasaban, así que pronto pudo recuperarse, y, diciendo que se le había metido la punta del pie «en una de esas grietas que hay en el suelo», siguió su camino cojeando. Sí, me fijé y vi que allí había un firme que no hacía demasiado honor a esta palabra. Pero no me sorprendió, porque en algunas de las calles, al menos del centro que es por donde yo ando, hay aceras lastimosas. Seguí mi camino pensando que definitivamente no era esta la ciudad en donde vivir en paz y tranquilidad, porque hay muchas obras que duran meses y no dejan de hacer ruido;o los coches con su poder contaminante son muy numerosos, y no quiero seguir con más temas porque se me tacha de pesimista cuando recalco que a cosas básicas no se les encuentra solución... Y da pena ver a los jubilados mayores, que somos muchos, andar con la cabeza gacha por evitar tropezones y hasta se nos ha olvidado que el cielo es azul. Los jóvenes seguramente no, pero hay otras generaciones que sí resuellan por la herida.

Y durante mi paseo me vinieron a la mente las clases de doña María Teresa explicándonos los hitos relevantes de nuestra Historia de España, y ya verán ustedes la razón por la cual traigo esto a colación. Algunas de las explicaciones quedaron para siempre en nuestra memoria, como aquella entrada en el Renacimiento con un Cardenal Cisneros colaborando estrechamente con los Reyes Católicos en casi todas las empresas que se proyectaron, que no fueron pocas. Y fue Cisneros quien tuvo la fecunda idea de dar paso a los nuevos tiempos con entidades tan importantes como las que estaban relacionadas con el vivir del ser humano, porque «entre todo lo que el hombre mortal puede obtener de esta efímera vida, lo más importante es que logre alcanzar el tesoro de la ciencia», decía. Novedoso, estando aún cercana la salida del Medioevo. Pues lo que en mente tenía este hombre era, como ustedes saben, la construcción de una Universidad, porque supo ver que toda renovación empezaba por la educación y por eso puso gran empeño en: ubicar el centro en una ciudad humilde pero apreciada por él, dotar todo el complejo de todos los medios posibles -que él los tuvo gracias a su posición en el Gobierno- como a la Universidad de bibliotecas, colegios mayores y menores, maestros, profesores, más un hospital para estudiantes pobres y muchas otras cosas más. E indispensable fue dotar a la ciudad de Alcalá de Henares de una infraestructura confortable y moderna que fuera digna de albergar a tanto sabios como proyectos ambiciosos. Recordemos que la Biblia Políglota Complutense entonces pudo ser hecha realidad. Hoy aún tenemos la Universidad Complutense funcionando, trasladada a Madrid, pero sin agotar la raíz de Alcalá, una ciudad también muy beneficiada entonces y hasta hoy. Gracias, doña María Teresa.

¿Y a cuento de qué viene este relato? Pues porque la ciudad de Cisneros fue una idea fértil, como dije, de largo recorrido sin interrupción y, sin querer, la comparo con la mía...

Yo no pretendo que Elche se convierta, por arte de birlibirloque, en una ciudad modélica, simplemente deseo un sitio en donde vivir con tranquilidad y se pueda pasear por sus calles sin pegarse trompicones, las gentes usen las bicicletas sin peligro, se respire un buen aire razonablemente puro, que los ruidos no nos destrocen los nervios, y que un halo de cultura lo amalgamara todo, por favor... Cosas tan elementales... Pero parece que eso tan básico no sea vivir, sino soñar.

Mas, fíjense, resulta que tenemos una ciudad próspera en cuanto a la industria se refiere, clima excelente, productos agrícolas inmejorables, paisajes únicos y tres Patrimonios de la Humanidad. También Universidad, museos, bibliotecas, salas de exposiciones -cines, casi ninguno, vaya-, yacimientos arqueológicos, el Misteri y la Dama, cómo no, llenos de un gran potencial turístico-cultural, y muchas cosas más. Pero parece que cada uno de estos estamentos culturales esté peleado con los otros porque, hasta donde se me alcanza, no hay diálogo entre ellos y eso desconcierta a todos los ciudadanos. No se hablan, no proyectan juntos, no pactan, no se ayudan, y cada uno va por su senda. Eso por hablar de lo que más me concierne, ya que ha sido mi quehacer en esta vida, aunque empecé por calles.

Y volviendo a Alcalá de Henares por un momento. Cuando Francisco I de Francia visitó esta ciudad ya en plena revolución social y educativa, exclamó: «Un solo fraile ha hecho en España lo que en Francia hubieron de hacer muchos reyes». Y con respecto a Elche: ya hace años apareció una letrero cerca de la estación que decía: «Están entrando ustedes en Elche, perdonen las molestias». Hoy seguiría estando vigente.