En apenas 72 horas, César Sánchez ha completado un giro de casi 180 grados a la política que durante sus dos primeros años y medio de mandato había desplegado en la Diputación De un durísimo enfrentamiento con el Consell ha pasado a entenderse con la vicepresidenta Mónica Oltra, líder de Compromís y poco menos que el demonio para parte del PP, con la intención de invertir en infraestructuras sociales en los municipios. Y también a abrir una mesa de negociación tras reunirse con Ximo Puig en el Palau de la Generalitat. Más allá de las sinergias en la gestión que pueden acabar favoreciendo a los ciudadanos ahora que las dos administraciones parecen estar dispuestas a colaborar, ese movimiento tanto de César Sánchez como de Oltra y, en menor medida, de Puig tiene un enorme recorrido en clave política. El jefe del Consell continúa encarnando un liderazgo con marca propia por encima de las siglas. En la recta final de este mandato, la vicepresidenta está obligada a trasladar una imagen de moderación y de opción de gobierno alejada de posiciones radicales, algo que se ha evidenciado con la «foto» de este acuerdo y con el tono cada vez más institucional de Compromís. ¿Y César Sánchez? ¿Qué gana el presidente de la Diputación? Mucho. Ubicarse como referente del PP, hombre de acuerdos y autoreforzarse para garantizarse optar a un segundo mandato en un momento de máxima convulsión en su partido. A una parte de los notables de la cúpula popular no les agrada ese tono conciliador. Rompe la estrategia de tensión de los populares contra el Consell del Botànic. No hay vuelta atrás, subraya el entorno de César Sánchez, miembro de la cúpula nacional del PP. Habrá que ver hasta dónde le dejan.
